Al igual que en abril de 1968, unas dos semanas después del asesinato de Martin Luther King, la rebelión estudiantil contra la guerra, la de Gaza hoy la de Vietn Nam entonces, estalló en la Universidad de Colombia. De ahí se extendió hacia universidades de la élite como Harvard o Yale. Por supuesto también a Berkeley y la UCLA en California. Hoy ya se reportan los primeros brotes en Francia, en la Universidad de Política.
En aquel entonces, el movimiento estudiantil no logró detonar algo similar dentro de la sociedad o de los trabajadores. La economía norteamericana estaba apenas empezando el frenón y su desmantelamiento progresivo vía las reformas que vendrían tres años después; las reformas al sistema de Bretton Woods que condujo a lo que ahora todos sabemos muy bien y que Donald Trump, a su manera, ha denunciado constantemente: Estados Unidos pasó a ser un “sociedad post industrial”, mandando sus industrias y producción agrícola a diferentes partes del mundo en busca de mano de obra barata, facilidades fiscales y gobiernos sumisos. Hoy el llamado “corredor del óxido”, los estados como Pensilvannia u Ohio y Michigan, están en ruinas donde prolifera el consumo de fentanilo y demás drogas y la desmoralización total porque la gente ya no trabaja en alguna industria con buenos sueldos, sino en McDonald´s o Walmart como mano de obra barata. También la infraestructura de EU está en ruinas; una ruina ejemplificada por el Metro de Nueva York convertido en un “nido de ratas” que persiguen a los usuarios exigiendo un pedazo de pizza. Claro, está también el puente recién colapsado de Baltimore que es otro ejemplo de esa ruina, de falta de inversión y de mantenimiento. Sobre ese estancamiento el empobrecimiento de las familias es galopante y su mejor expresión es la epidemia de obesidad que también es galopante, producto de la mala alimentación y la “comida chatarra” y ha florecido el endeudamiento, de los gobiernos (EU es el país más endeudado del mundo con 35 billones de dólares) de las familias y, por supuesto, de los estudiantes universitarios que al terminar sus carreras están condenados a trabajar por años para pagar esa deuda. Sobre esa ruina, los grandes buitres financieros como Black Rock o Goldman Sachs y otras firmas de Wall Street han erigido su poderío y dominio y junto con los financieros de Londres, dominan a los presidentes y sus gabinetes como es el caso de Joe Biden. La Guerra es uno de sus negocios ahora que desmantelaron la economía real. Exigen las famosas “guerras perpetuas”, como la de Afganistán, la de Irak, la de Siria y ahora la de Ucrania y la que están desarrollando en Gaza, en ese caso una guerra de exterminio para dejar la región al dominio no de los judíos ni de pueblo de Israel, sino de los sionistas y sus negocios inmobiliarios y petroleros. Precisamente hoy Joe Biden logró que el Congreso aprobara los últimos 95 mil millones de dólares en “ayuda para Ucrania, Israel y Taiwán”, que son en realidad negocios para ese complejo militar. Por supuesto, lo hacen sin medir los riesgos de provocar una tercera guerra mundial, riesgos que cualquier persona no muy informada puede entender, porque están a simple vista si se hostiga a Rusia y a China al mismo tiempo.
Ahí es donde la rebelión estudiantil estalla. El genocidio en Gaza despertó esa indignación, y esa cualidad humana que nos distingue: La compasión por los que sufren el martirio y son asesinados. Sin embargo, los estudiantes saben también y viven día a día, la decadencia de su país y el sufrimiento de miles a su alrededor, no sólo allá en Gaza. Ojalá que su coraje y sus acciones logren contagiar a los agricultores también en ruinas, a los trabajadores en “outsourcing” a los migrantes perseguidos, etc. y que esta vez, a diferencia de 1968, se configura una propuesta amplia, no sólo detener la guerra, un programa para sacar a Estados Unidos de su hundimiento, en alianza con otras naciones con las que ahora Joe Biden y el Complejo Militar –Industrial quiere la guerra.