En el siglo XVII Venecia era indiscutiblemente la capital de la música en Europa, lo cual significaba serlo a nivel mundial.
La institución creada en Venecia, los Ospedali -orfanatos en español-, jugó un papel fundamental en el desarrollo musical, pues se trataba de mujeres huérfanas que aprendían como único oficio la música.
Eran formadas en el canto y la instrumentación musical y, una vez capacitadas al cien por ciento, actuaban en la iglesia de su Ospedal, pero sin ser vistas; siempre eran acomodadas detrás de una celosía, así que el público sólo las escuchaba.
Cuatro de esos orfanatos adquirieron fama internacional: los Medicantti, la Pietà, los Incurabili y el Ospedaletto. Este movimiento cultural pronto llevó a cada grupo musical al estrellato y a competir entre ellos, pues iban miles de oyentes a sus conciertos, al grado que no cabían en la Iglesia pero se apostaban en las afueras para escucharlos.
Hasta que los hombres ricos metieron sus narices y sus dineros para patrocinarlos, pero el manejo real de esas instituciones de caridad terminó siendo de ellos.
Lo peor era que el clero sólo normaba los aspectos pedagógicos, mientras todo lo demás estaba patrocinado y sujeto a las reglas de los poderosos.
La Pietà tuvo una popularidad similar a los Niños Cantores de Viena.
De estos grupos musicales, Rosseau (1712-1778) dijo: “No puedo concebir nada tan voluptuoso, tan conmovedor como esa música”. Goethe (1749-1832) aseguró que “no podía imaginar voces parecidas”.
Cuando Vivaldi existía (1678-1741) lo máximo era el carnaval de Venecia, por lo que, en virtud de todos los beneficios que generaba a los venecianos, se alargó cada vez más para atraer más y más turistas a Venecia.
Cuando la música veneciana creció, para 1789 la máscara del carnaval ya no era opcional, sino obligatoria, pues ello mostraba un carnaval permanente.
En cada rincón de Venecia se podía escuchar un concierto, al grado que todos los venecianos intentaban cantar ópera, incluyendo desde luego, a los gondoleros.