Cuando éramos niños deseábamos ser grandes y ahora que nos encontramos en el otoño de nuestras vidas, quisiéramos volver a la primavera de la niñez. No cabe duda. El ser humano es un eterno inconforme. Siempre estamos deseando lo que no tenemos, en lugar de apreciar lo que poseemos y disfrutar el momento. Cada etapa de la vida tiene su aspecto positivo.
En alguna ocasión, Joseph Heller afirmó: 'He llegado por fin a lo que quería ser de mayor: un niño'.
El comentario surge con motivo del Día del Niño, una ocasión más para celebrar a nuestros pequeños. Apenas ayer, se celebró el Día del Niño y nosotros nos sumamos a esa celebración.
Otra noticia que llamó nuestra atención en estos días, fue la reciente Asamblea de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, la Sociedad cultural y más antigua de México y de América Latina. También es la cuarta más antigua a nivel mundial.
Pues bien, en dicha Asamblea celebrada hace unos días en la ciudad de México, ante la presencia del Lic. Hugo Castro, Presidente de la SMGE, el Secretario de Educación Pública en el país, Lic.. Esteban Moctezuma, anunció que habrá una nueva reforma en el plan de estudios de nuestras escuelas y que regresarán al aula materias que habían sido desterradas, como el Civismo y las Humanidades.
Que importante es retomar estas materias para imbuir en los niños y en los jóvenes el amor y el respeto por nuestra Historia, nuestras tradiciones y nuestros héroes. El hecho de haber retirado estas materias del plan de estudios lo pudimos observar en los resultados que vive actualmente nuestro país.
Por otra parte, este año de 2019 visitó Monterrey el cantante Joan Manuel Serrat, que más de cantante es un verdadero poeta. Estamos totalmente de acuerdo con el periodista Daniel de la Fuente, en que a Serrat se le debe considerar para un Premio Literario.
En una hermosa canción, que lleva por título “Esos locos bajitos”, Juan Manuel Serrat nos recuerda: A menudo los hijos se nos parecen, /así nos dan la primera satisfacción;/esos que se menean con nuestros gestos, /echando mano a cuanto hay a su alrededor. /Esos locos bajitos que se incorporan /con los ojos abiertos de par en par,/sin respeto al horario ni a las costumbres /y a los que, por su bien, hay que domesticar./Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, /nuestros rencores y nuestro porvenir./ Nos empeñamos en dirigir sus vidas /sin saber el oficio y sin vocación. /Nada ni nadie puede impedir que sufran, /que las agujas avancen en el reloj,/que decidan por ellos, que se equivoquen,/ que crezcan y que un día /nos digan adiós.
Hace 60 años, en 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas reafirmó los derechos universales del niño. Sin embargo, lo más importante no es simplemente Declarar los Derechos del Niño, sino enfrentarnos a lo que está fuera de un papel, es cumplir (y hacer cumplir) con estos derechos y quererlos, protegerlos y escucharlos por que sin ellos no tendríamos futuro.
La niñez que nos tocó vivir era muy distinta de la de ahora. Era un mundo sin tanta violencia, se podía caminar y jugar libremente.
Esta es la Declaración de los Derechos del Niño, Proclamada por la Asamblea General en su resolución 1386 (XIV), de 20 de noviembre de 1959: :Considerando que la humanidad debe al niño lo mejor que puede darle, La Asamblea General, Proclama la presente Declaración de los Derechos del Niño a fin de que éste pueda tener una infancia feliz y gozar, en su propio bien y en bien de la sociedad, de los derechos y libertades que en ella se enuncian e insta a los padres, a los hombres y mujeres individualmente y a las organizaciones particulares, autoridades locales y gobiernos nacionales a que reconozcan esos derechos y luchen por su observancia con medidas legislativas y de otra índole adoptadas progresivamente en conformidad con los siguientes principios:
Principio 1.- El niño disfrutará de todos los derechos enunciados en esta Declaración. Estos derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición, ya sea del propio niño o de su familia. Principio 2.- El niño gozará de una protección especial y dispondrá de oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin, la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño. Principio 3.- El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una nacionalidad. Principio 4.- El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados.
Principio 5.- El niño física o mentalmente impedido o que sufra algún impedimento social debe recibir el tratamiento, la educación y el cuidado especiales que requiere su caso particular. Principio 6.- El niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, necesita amor y comprensión. Siempre que sea posible, deberá crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres y, en todo caso, en un ambiente de afecto y de seguridad moral y material; salvo circunstancias excepcionales, no deberá separarse al niño de corta edad de su madre. La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia. Para el mantenimiento de los hijos de familias numerosas conviene conceder subsidios estatales o de otra índole. Principio 7.- El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales. Se le dará una educación que favorezca su cultura general y le permita, en condiciones de igualdad de oportunidades, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad. El interés superior del niño debe ser el principio rector de quienes tienen la responsabilidad de su educación y orientación; dicha responsabilidad incumbe, en primer término, a sus padres. El niño debe disfrutar plenamente de juegos y recreaciones, los cuales deben estar orientados hacia los fines perseguidos por la educación; la sociedad y las autoridades públicas se esforzarán por promover el goce de este derecho.
Principio 8.- El niño debe, en todas las circunstancias, figurar entre los primeros que reciban protección y socorro. Principio 9.- El niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata. No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.
Principio 10.- El niño debe ser protegido contra las prácticas que puedan fomentar la discriminación racial, religiosa o de cualquier otra índole. Debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagrar sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.