En este mes de mayo, Carlos Monsiváis cumpliría 80 años de edad. Lamentablemente, falleció en el 2010 cuando contaba con 72 años. Este destacado escritor cultivó especialmente la crónica y el ensayo, con una temática y un interés estrechamente relacionados con los problemas actuales y comprometidos con las luchas populares de México y América Latina. Su aguda inteligencia se manifiesta a través de una eficaz ironía y de su estilo crítico, festivo y desenfadado.
En numerosas ocasiones estuvo en Monterrey. Desde la adolescencia lo conocimos y siempre fue el mismo. Hacía lo que le gustaba hacer. Estuvo lo mismo en el Tecnológico de Monterrey que en la Universidad Autónoma de Nuevo León, institución esta última que le otorgó el Doctorado Honoris Causa en el mes de septiembre de 2008.
MONSIVÁIS
EN LA UANL
En aquella ocasión, Monsiváis, uno de los escritores más importantes del México contemporáneo con una capacidad crítica e intelectual excepcional, declaró,
“Este reconocimiento es una sorpresa en el sentido de agrado, es una ocasión de estar contento, es todo lo que podría decir”, dijo tranquilamente Monsiváis, quien llegó a tener once grados de Doctor Honoris Causa y con ello, “ya tengo una mínima sensación de existencia, que luego se desvanece”.
El Doctor Honoris Causa por la UANL redactó un texto crítico acerca de la educación pública y privada, de sus retos, vicios y avatares, pero reconociendo ante toda reflexión la importancia de las universidades públicas como formadoras de las mentes más privilegiadas de un país.
“Concluyo mis anotaciones con una certeza: devaluar, como se ha hecho con prejuicios y arrogancias, a la educación pública es menospreciar sin prueba alguna una de las grandes raíces formativas de la nación, es ignorar la realidad educativa y es ajustar el criterio de realidad a las variedades del ascenso a cualquier costo.
“En este panorama, con sus errores, limitaciones y urgencia de autocrítica, las universidades públicas han sido y siguen siendo uno de nuestros estímulos primordiales”, dijo para luego recibir los aplausos de la audiencia.
En aquella ocasión se le preguntó su opinión en torno a la UANL y así contestó:
“Llevo poco más de 40 años de venir a la UANL y he visto momentos de auge, he visto otros más tristes, por ejemplo aquella movilización que provocó la caída del gobernador en 1971 y la marcha reprimida por Los Halcones. También vi radicalismo de alguna manera se hizo presente los años de la guerra sucia, he visto el abandono presupuestal de algunos gobernadores y el entusiasmo de otros; y aquí estuvo uno de mis grandes amigos, José Alvarado, quien fue tratado de manera inicua y que respondió con dignidad, que sigue siendo uno de los emblemas de resistencia moral de Nuevo León. La UANL es para mí como poblada de recuerdos de visiones de lo que es mantener la universidad pública en un medio con frecuencia muy adverso y con la sensación de que va a perseverar, porque le es indispensable a Nuevo León y al país porque de aquí seguirán saliendo profesionistas de primer orden”.
HACER LO QUE
SE DEBE HACER
De acuerdo con Monsiváis, la filosofía de la vida práctica se compendia en saber lo que se debe hacer, y en hacerlo. Sin duda así lo entendió este gran escritor quien nos dejó una gran herencia: su obra, que es bastante amplia y el ejemplo de su actitud. Su fina ironía le permitió burlarse de los poderosos y contribuyó a entender mejor la cultura popular mexicana.
Lo mismo hablaba de los grandes problemas nacionales que de luchadores como El Santo y Blue Demon, compositores como Juan Gabriel y Agustín Lara, actores como Pedro Infante y María Félix, cantantes como Luis Miguel y Gloria Trevi, personajes de la cultura popular como Eulalio González “Piporro” y el Niño Fidencio, escritores como Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, cronistas como Salvador Novo y Julio Scherer. En fin, nada escapaba a su mirada y a su pluma.
No necesitaba de muchas palabras para expresar lo que tenía que decir, como en estas frases:
LAS FRASES
DE MONSIVAÍS
—Hay que distinguir entre fines y objetivos. Los fines se logran por completo en el momento en que se llega al poder; los objetivos son la parte ínfima de los fines que uno exalta en público y que no estaría mal que alguna vez se lograran.
—La seguridad pública es un bien tan escaso que no hay que desperdiciarlo ejerciéndolo.
—Ganar la batalla no significa cambiar positivamente la situación. Esto último es una meta ridícula. Ganar la batalla sólo quiere decir que independientemente del resultado, el gobierno siempre gana la batalla.
—Yo desde niño conocí la pobreza, porque para llegar a mi colegio debíamos pasar por tres o cuatro escuelas
----Para que una idea funcione, debe ir a remolque de las cifras.
—No hay duda respecto a qué fue primero. Fue el huevo; la gallina es sólo el dispositivo técnico dentro del huevo que produce más huevos.
—Sencillez no es tratar a los demás de igual a igual. Sencillez es darle a los demás la oportunidad de que te traten... eso sí, con reverencia.
—Un secretario de Estado con menos de mil asesores es como una pelea de campeonato sin público.
—Mi definición de fracasado: aquel que confía en sus propios méritos para hacerla.
—En mi familia hay un lema: “Resígnate al éxito. Va con el apellido”.