Al iniciar la década de los treinta, se incubaron y conjugaron las ideas y los esfuerzos de estudiantes, intelectuales, autoridades y maestros para crear en la ciudad de Monterrey una Universidad que albergara a los alumnos de estudios profesionales del norte del país.
El carácter regional de esta institución sería reforzado por la experiencia acumulada en las escuelas superiores ya existentes, tales como Leyes y Medicina, y cuya fundación se remontaba a muchos lustros hacia el pasado.
Don Alfonso Reyes se encontraba en Brasil cuando se enteró de la posibilidad del nacimiento de la Universidad. Desde Petrópolis, el seis de enero de 1933 envió su Voto por la Universidad del Norte. Aunque conocíamos ya algunas reproducciones del texto mencionado, tuvimos oportunidad de apreciar la edición original en la Capilla Alfonsina.
Se trata de un modesto volumen de 36 páginas fechada en enero de 1933. Son varias las frases de este texto que nos gustaría mostrar al lector. Sin embargo, el espacio es breve y hemos de escoger sólo un párrafo. En él, Reyes hace un elogio de los regiomontanos:
“Lo he dicho y lo repetiría cien veces, y mi ciudad viene a darme la mejor prueba: cuando todos y cada uno se esfuerzan por realizar a conciencia el inmediato deber que les compete, los problemas sociales quedan automáticamente resueltos en una inmensa proporción....Sin asomo de ironía pudiera afirmarse que el regiomontano es un héroe en mangas de camisa, que es un paladín en blusa de obrero, que es filósofo sin saberlo, un gran mexicano sin actitudes estudiadas para el monumento, y hasta creo que es un hombre feliz. Por cuanto no puede haber más felicidad que cerrar cada noche el cielo de un propósito cotidiano, fielmente procurado y adelantado, y amanecer a cada mañana con aquel temple que sólo da lo que la frase hecha llama tan bien: el sueño de los justos. ¡Pintura y resistencia, como en el acero famoso de nuestras fundiciones! ¡Levedad y frescura, como en la bebida de nuestras cervecerías famosas!
Más adelante exhortaba a los maestros de Monterrey a crear pieza a pieza una nueva entraña, para provecho de todo el ser mexicano con una visión de una patria más, grande, más humana y más universal.
Tras una serie de preparativos y arduos trabajos iniciados el 25 de febrero de 1933 y conducidos por el doctor Pedro de Alba en su papel de organizador y con el apoyo de las autoridades, el señor Gobernador del Estado. Francisco A. Cárdenas promulgó la primera Ley Orgánica de la Universidad el 31 de mayo de 1933. En dicha Ley se señalan, entre otras cosas, el carácter público de la institución y que su denominación seria Universidad de Nuevo León. Además, su destino sería el de procurar la educación integral del hombre en un plano de absoluta igualdad y en justo equilibrio de fuerzas, valores y actividades.
En el mes de septiembre de 1933, hace 85 años, la Universidad abrió las aulas e inició sus cursos. No bien se encaminaba la nueva Universidad, cuando las ideas socialistas provocaron la derogación de la Ley Orgánica que le dio origen y fue sustituida por la Universidad Socialista de Nuevo León. Esta situación pronto cambió con la formación de un Consejo de Cultura Superior, encargado del funcionamiento de la Universidad.
Casi diez años después, el 18 de agosto de 1943 se establece de nuevo la Universidad de Nuevo León. De acuerdo con su Ley Orgánica, la Universidad de Nuevo León tiene los siguientes objetivos:
1.- Impartir la enseñanza profesional, la enseñanza técnica y, en general, toda enseñanza posterior a la secundaria con excepción de la Normal. 2.- Realizar y fomentar la investigación científica. 3.- Difundir la cultura en todos sus aspectos.
Por lo que respecta al primer punto, se precisaba que la Universidad procuraría que el número y cantidad de sus egresados responda a las necesidades económicas, sociales y políticas del país y del Estado de Nuevo León en particular, despertando y afirmando en ellos una conciencia clara de su responsabilidad humana y social.
En cuanto a su función investigadora, la Universidad se interesaría no sólo en los problemas generales de la ciencia a fin de acrecentar el acervo científico, sino también por los problemas específicos de Nuevo León, singularmente el conocimiento de sus recursos naturales, las posibilidades de su aprovechamiento y la mejor productividad del trabajo humano en todos sus órdenes.
En su labor difusora, la Universidad propugnaría constantemente la transformación de la cultura en un instrumento eficaz al servicio de la colectividad, haciendo participar plenamente de sus beneficios a todos los que habían carecido de la oportunidad para obtenerla.
Con figuras como Pedro de Alba, Héctor González, Raúl Rangel Frías, Enrique C. Livas, Joaquín A. Mora y José Alvarado –entre otros--, al frente de la Rectoría, la Universidad creció y prosperó. Pero, sobre todo, siguió conservando el rumbo.
El doctor Pedro de Alba, encabezó el Comité Organizador de la Universidad, correspondiéndole estar al frente de la Máxima Casa de Estudios de septiembre a diciembre de 1933. Formalmente, se considera como primer Rector al licenciado Héctor González, quien estuvo al frente de la Institución de diciembre de 1933 a septiembre de 1934. La siguiente es la lista de las personas que posteriormente han estado al frente de la Máxima Casa de Estudios:
Dr. Angel Martínez Villarreal, Profr. y Gral. Gregorio Morales Sánchez, Dr. Enrique C. Livas, Profr. Antonio Moreno, Lic. Octavio Treviño, Lic. Raúl Rangel Frías, Lic. Roque González Salazar, Arq. Joaquín A. Mora, Lic. José Alvarado Santos, Lic. Alfonso Rangel Guerra, Lic. Eduardo L. Suárez, Lic. Eduardo A. Elizondo, Ing. Nicolás Treviño Navarro, Dr. Héctor Fernández González, Lic. Enrique Martínez Torres, Lic. Manir González Martos, Dr. Arnulfo Treviño Garza, Ing. Héctor Ulises Leal Flores, Dr. Lorenzo de Anda y Anda, Lic. Genaro Salinas Quiroga, Dr.Lic. Luis Eugenio Todd Pérez, Dr. Amador Flores Aréchiga, Dr. Alfredo Piñeyro López, Ing. Gregorio Farías Longoria, Lic. Manuel Silos Martínez, Dr. Reyes S. Tamez Guerra, Dr. Luis Galán Wong, Ing. José Antonio González Treviño, Dr. Jesús Áncer y el Ing. Rogelio G. Garza Rivera.
La Universidad obtuvo su autonomía el 26 de marzo de 1971. De acuerdo a la Ley Orgánica expedida con esa fecha, se ratificó el día cinco de junio del mismo año. Desde ese momento, la Universidad adquirió la denominación actual de Universidad Autónoma de Nuevo León. Es de justicia mencionar a algunas de aquellas personas que en su trabajo esmerado y dedicación constante hicieron posible, que nuestra Máxima Casa de Estudios se convirtiese en columna inquebrantable del desarrollo económico, social y cultural de los nuevoleoneses.
Así, evocamos entrañablemente al doctor Pedro de Alba, organizador y pionero, al licenciado Héctor González, primer Rector, y al licenciado Raúl Rangel Frías, creador de la Ciudad Universitaria y fundador de Escuelas y Facultades. También, recordemos a quienes desde afuera pusieron su granito de arena a favor de esta Institución. Entre ellos, los escritores Alfonso Reyes y Nemesio García Naranjo. Para apoyar a la Universidad, se creó el Patronato Universitario de Nuevo León, en el cual figuraron personas como Joel Rocha, Manuel L. Barragán, Rogelio Cantú, Alfonso Reyes Aurrecoechea y otros. En fin, la lista sería interminable. De antemano, pedimos disculpas a quienes tanto han ayudado a la Universidad y que involuntariamente hemos dejado de mencionar. La Universidad es una obra de todos.
Hoy, a 85 años, la Universidad Autónoma de Nuevo León y sus miles de alumnos y maestros, ha dejado su huella no sólo en las aulas, sino en cada uno de los quehaceres que conforman la pujanza y el progreso, signos inequívocos de nuestra tierra.