12/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 2 de 1932: renuncia a su cargo el presidente Pascual Ortiz Rubio. Originario de Morelia, Michoacán (marzo 10 de 1877) su nombre completo era Pascual José Rodrigo Gabriel Ortiz Rubio, hijo de Pascual Ortiz de Ayala y Leonor Rubio, fue ingeniero egresado de la Escuela Nacional de Ingenieros de México, geógrafo e historiador. Ejercía su carrera y al estallar la revolución en 1910 se sumó al maderismo siendo electo diputado, pero a la muerte de Madero fue encarcelado por el huertismo. Al triunfo de la revolución fue gobernador de Michoacán de 1917 a 1920, afiliándose al plan de Agua Prieta que encabezaba Álvaro Obregón.

Fue secretario de comunicaciones en los gobiernos de Adolfo de la Huerta y de Álvaro Obregón, siendo también embajador en Alemania y en Brasil. Estaba en este último país, cuando fue llamado para ocupar brevemente la Secretaría de Gobernación con el presidente Emilio Portes Gil y de allí salió a la candidatura presidencial en marzo de 1929. Era el apogeo político de Plutarco Elías Calles, quien se había consolidado como el jefe máximo de la revolución a la muerte de Obregón, pues había fundado el Partido Nacional Revolucionario –ahora el PRI-.

El 17 de noviembre de 1929 se realizaron las elecciones extraordinarias para elegir presidente, en virtud de que el electo –Obregón- había sido asesinado, y Ortiz Rubio hubo de enfrentarse al nuevoleonés Aarón Sáenz, candidato del obregonismo, y al candidato José Vasconcelos del PNA (Partido Nacional Antirreeleccionista). Su triunfo fue muy cuestionado, sin embargo, su llegada como presidente al Palacio Nacional desató lamentables eventos. Desde el mismo día de su toma de protesta fue baleado y sobrevivió al atentado no sin antes hospitalizarse por un par de meses. Ese fue tiempo suficiente para que se afianzara más aún “El Maximato” de Calles, quien siguió ordenando y dando líneas políticas como si fuera presidente aún. Ortiz Rubio estuvo sólo dos años en la presidencia con titubeantes apariciones en público, que derivaron en marcadas diferencias con varios gobernadores del país, lo mismo sucedió con los secretarios de su gabinete que se sentían intocables por el apoyo del ex presidente Calles, hasta que explotaron las relaciones entre el Presidente y el Jefe Máximo de la Revolución, o Maximato. Plutarco Elías Calles promovió, ya abiertamente, una infame campaña de desprestigio, apodándole “El nopalito” y se daba el lujo de explicar que ese apodo era “por lo baboso”. Semejante enfrentamiento directo con Calles requería una respuesta enérgica pero, en vez de enfrentarla, Pascual Ortiz Rubio renunció, quedándose en su lugar Abelardo L. Rodríguez. Es evidente que un sistema político dependiente de una sola persona es perjudicial; por ello nuestro México debe tener una sana relación entre los tres poderes y evitar que se instale en alguno de ellos un liderazgo mesiánico.