Como sabemos, una de las metas del gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido la de mantener “la disciplina fiscal” y el “equilibrio macroeconómico”, es decir, el pago de la deuda y demás obligaciones financieras del gobierno. Para ello, dado que Pemex se privatizó y fue abandonado; los ingresos petroleros, con los que se cubría una parte sustancial de la deuda, iban a ser sustituidos por el aumento en la recaudación de impuestos.
Para ello se buscaron aumentos en los ingresos por el ISR, el IVA y, sobre todo, el IEPS, que se impuso a gasolinas y bienes de consumo. Sin embargo, al decretar la liberación de los precios de la gasolina que ocasionaron una alza inmediata de éstas, se generó, naturalmente, una caída del consumo de gasolinas de 20% desde noviembre hasta el mes de febrero según las cifras de la SHCP.
Obviamente, los ingresos por el IEPS a gasolinas y diésel se tenían que colapsar también y ahora la SHCP reporta una caída 12.3% de ingresos por este concepto durante el mes de febrero y una de 34% en el mes de enero. Estamos hablando de pérdida de 5,473 mdp en el primer mes y una de 1261 mdp en el segundo.
Esto es peligroso en un momento en que la producción de petróleo crudo para exportar está a su nivel más bajo, alrededor de 1 millón 800 mil barriles diarios y la inversión extrajera en gasolinerías fue de sólo 6% y hay 600 municipios en el país que no reciben suministros y son dominados por los huachicoleros que, obviamente, no pagan impuestos. ¿Qué hará el gobierno ante una caída así de sus ingresos para mantener la sacrosanta estabilidad acronímica o sea el pago de la deuda, misma que no se puede sacrificar como sí se hace con programas de gobierno o inversión?