A finales de los años 1990s y un poco antes, después de que las naciones como México y unos 12 países de América Latina habían sido “rescatados” de la crisis global de la deuda de los años 80s, las condiciones del FMI y la “terapia de shock” que se les impuso, dejó a estos países con enormes deudas que pagar y obligados a vender sus bienes nacionales (plan Beker, Plan Brady), para cubrir los abonos de esa deuda descomunal, diseñada para nunca poder cubrirse y pagarse por toda la eternidad. En esas condiciones, las potencias coloniales como España buscaron aprovechar la coyuntura para iniciar la RE CONQUISTA DE MÉXICO Y TODO AMÉRICA LATINA. Una de las vías de esta reconquista fue el sector energético. Se impuso a estos países la obligación de INICIAR LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA” hacia las energías “limpias o renovables. Por supuesto, dado que esas naciones que no tenían dinero para gastar en nada, las empresas españolas, como Iberdrola, Gas Natural, Repsol, etc, se ocuparían de eso. Para ello, dijeron que necesario que México y los demás países “introduzcan competencia” en sus mercados energéticos la mayoría de los cuales estaba dominado por el sector público. También, les exigieron debería “reestructurar horizontalmente” sus empresas públicas de energía como CFE y “separarlas verticalmente”, fragmentándolas totalmente, y permitir también el surgimiento de los Productores Independientes de Energía (PIEs) que producirían “para la red eléctrica nacional”, la que por décadas fueron construyendo esas naciones, la cual se les facilitaría gratuitamente para “distribuir” su “producto”, además de que se les daría “prioridad” en las compras de energía por parte del estado o empresas públicas y particulares, poniéndolos adelante de la fila de los oferentes u “oferta energética”. De esa forma, paulatinamente, la CFE se iría haciendo a un lado o haciéndose chiquita, entregando el mercado cautivo y una enorme lista de “clientes cautivos” a las generadoras extranjeras o PIEs. De esa forma, en el caso de México, CFE pasó de tener la producción del 100% de la demanda nacional de energía a menos del 40 por ciento como está todavía, hasta que no se concrete la compra de Iberdrola. Por si fuera poco, en tanto que a nivel global los dictados del FMI, la ONU misma o los grandes bancos internacionales, exigen a los países dar todo tipo de estímulos a los “generadores que usan energías limpias”, como la Eólica o la Solar, Iberdrola y demás compañías extranjeras que invirtieron en plantas de ese tipo de generación recibieron estímulos fiscales y hasta crédito público o de gobierno para reconstruir sus plantas. Por si fuera poco, se emitieron los Certificados de Energías Limpias (CEL) para “monetizar y pagar los beneficios de las energías limpias al medio ambiente”, los cuales constituyen documentos especulativos para la gran burbuja verde que se ha ido inflando en los mercados financieros. No hace falta decir que, en esas condiciones, fue muy poco la inversión en plantas de “energías renovables” y las empresas españolas como Iberdrola operan la mayor parte de sus plantas con el llamado “ciclo combinado” de gas natural el cual, según los ambientalistas, es “menos contaminante que el combustóleo o el carbón” que utilizan las plantas estatales o públicas en México y en todo el continente.
La estrategia del gobierno del presidente AMLO para rescatar este atraco colonialista fue, primero, quitarles todas las “comodidades” de que gozaban las empresas como Iberdrola. Por ejemplo, el uso gratuito de la red mediante la modalidad de “auto consumo” o: “digo que me asocié con mi cliente y así diré que sólo estoy auto-consumiendo y no vendiéndole lo que genero, que me estoy suministrando a mí mismo” y así no pago el traslado de la energía por la red pública. También el gobierno de AMLO cuestionó la “prioridad en la fila” de esas empresas sobre CFE a la hora de salir al mercado y, muy importante, reactivó la generación de energía en las grandes presas de Chiapas, para así aumentar el suministro de CFE al mercado, mismo que habían reducido a menos de la mitad al impedir la “turbinación” y el uso de las caídas de agua a pesar de ser energías “ultra limpias”. Todo esto llevó a que Iberdrola dejara de considerar las 13 plantas que construyó de manera subsidiada y prefiriera venderlas. El gobierno del presidente AMLO decidió comprar esas 13 plantas usando dinero público “para el enganche” --digámoslo así, de los casi 6,500 mdd, y , al mismo tiempo, buscar inversión privada en el proyecto, vía el FONADIN y un fondo privado de capitales (México Infrastructure Partners) --un fondo que había sido creado para participar en la orgía de privatizaciones que, se suponía, vendrían con las “Reformas Estructurales” de EPN --- , pensando en que “el flujo” de dinero que generaran esas plantas, ubicadas en su mayoría en el noreste de México (NL, Tamaulipas principalmente), donde el boom maquilador del NEARSHORING ya está en marcha, será suficiente para pagar a esas inversiones de “capital de riesgo” a los bancos o fondos privados que las quieran hacer. De esa forma, las 13 plantas pasan a ser propiedad del estado mexicano, operadas por el estado (CFE) y con ingresos compartidos con la banca internacional. Antes era al revés: Las plantas eran de Iberdrola, los ingresos eran de Iberdrola y ésta usaba el mercado nacional para generarlos, desplazando a la CFE y quitándole sus clientes. Lo secuestrado o robado al país se está recuperando. Lo de Iberdrola es la historia de un rescate que todavía no termina: La del sector energético del país, creado, poco a poco, desde la promulgación de la Constitución de 1917, poco a poco y con altas y bajas.
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