En el curso de su historia, Monterrey ha recibido la visita de destacados personajes. En esta ciudad ha estado el Papa Juan Pablo Segundo en dos ocasiones. También ha sido escenario de dos entrevistas presidenciales: la primera entre los Presidentes Manuel ívila Camacho y Franklin D. Roosevelt, y la segunda --relativamente reciente-- entre los Presidentes Carlos Salinas de Gortari y George Bush. Así como ellos, han estado en Monterrey don Benito Juárez, don Porfirio Díaz, don Francisco I. Madero y muchos otros personajes.
En estos días se cumplen 118 años de la visita de cinco días que hiciera a Monterrey el personaje que más largo tiempo ha estado en la Presidencia de la República: el general Porfirio Díaz.
El entonces primer mandatario llegó a la capital de Nuevo León el 19 de diciembre de 1898, en el momento en que tenía la mayor seguridad de continuar la fórmula progresista de gobierno, a pesar de las diferentes rutas que tomaba el pueblo y el grupo en el poder. El gobernador, general Bernardo Reyes, había emulado en la entidad las acciones del presidente Díaz y tenía bajo su control a los sectores militar, empresarial, productivo, político, intelectual y estudiantil. Por esa razón, la visita de tan distinguido huésped fue un acontecimiento único en la historia regional.
Porfirio Díaz llegó acompañado de los ministros de Hacienda, Yves Limantour; de Justicia, Joaquín baranda; de Comunicaciones y Obras Públicas, general Francisco Z. Mena; de Gobernación, general Manuel G. Cossío, y del jefe del Estado Mayor Presidencial, general de División Mariano Escobedo, así como de otros funcionarios. La visita se desarrolló conforme al siguiente programa:
Día 19: Recepción del Presidente en la Estación de Ferrocarriles del Golfo. Procesión cívica con empleados de Gobierno, tropas de la guarnición, gremios de trabajo, alumnos de las escuelas primarias, normales y del Colegio Civil. El recorrido por las calles tendrá 11 arcos alusivos a los principales hechos históricos del visitante. Por la tarde se llevará a cabo una velada en la Alameda.
Día 20: Saludo por la mañana de las tropas oficiales de la guarnición. A las 12 en punto de medio día se ofrecerá un banquete en el Teatro Juárez. Por la tarde se invitará a la comitiva a realizar visitas a las empresas regiomontanas y por la noche serenata en la Plaza Zaragoza.
Día 21: Visitas a las industrias de Fundidora, Hilados, Cervecería, Clavos y Láminas. Para tal efecto, se dispondrá del tranvía y carros. Por la noche se efectuará un suntuoso baile cena en el casino Monterrey.
Día 22: Visita en ferrocarril a las industrias mineras. A mediodía, un banquete al aire libre en las faldas de la Sierra Madre. Por la tarde, desfile de carros alegóricos.
Día 23: A las 8:30, salida en ferrocarril a la Fábrica de Hilos "La Fama" y al Molino de "Jesús María". A las cuatro de la tarde dará inicio un simulacro de guerra en el campo de instrucción. Una velada literaria en el Teatro Juárez. Por la noche, fuegos artificiales en la Alameda y despedida popular.
De este programa comentaremos los aspectos que, por su espectacular forma, destacan de los demás y que implican gran organización, voluntad cívica, esfuerzo económico y un ambiente de satisfacción y alegría cívica. En la estación del ferrocarril estuvieron presentes el general Bernardo Reyes, las comisiones de gobierno, política, militares, damas distinguidas y destacados empresarios, ubicados en el andén norte. La tropa lucía uniformes impecables. Se distribuyeron por 200 metros, a lo largo de los rieles, todos en posición de firmes, con sus rifles relucientes y bayoneta calada.
Los caballeros, impacientes, consultaban sus relojes de bolsillo con sus largas cadenas cuando, en punto de las tres de la tarde, se escuchó el silbato del tren que avanzaba lentamente. En uno de los estribos del "pullman" apareció la figura del presidente Díaz, sonriente, orgulloso, erguido; de cabello y bigote canos, ojos negros vivos, con su uniforme militar y en su pecho las medallas y condecoraciones.
Entre los principales integrantes de la comitiva, aparte del gobernador Bernardo Reyes, figuraron don Adolfo Zambrano, el gran organizador y empresario; don Tomás Mendirichaga, don Francisco G. Sada, don H. M. Diffenmat, don Vicente Ferrara, don Manuel Cantú Treviño y otros.
Se calculó que unos 20 mil regiomontanos acudieron, a lo largo de tres kilómetros de recorrido, a darle la bienvenida en esa fresca tarde de invierno, con aplausos, ovaciones, serpentinas, confeti, flores y banderas. Los elementos que participaron en el simulacro de guerra fueron aproximadamente dos mil efectivos del Quinto y Noveno Batallón de Infantería, la gendarmería, jinetes, artilleros, alumnos del Colegio Civil, más espontáneos y voluntarios.
En un pletórico Teatro Juárez, se reunieron literatos, ensayistas, oradores y casi toda la familia cultural regiomontana. Ya instalada la comitiva presidencial en sus asientos, se procedió a entonar el Himno Nacional, en una vibrante ceremonia de honores a la bandera que fue el preámbulo para dar paso al excelente discurso del doctor Rafael Garza Cantú, autoridad en materia de oratoria, poseedor de amplia cultura.
Se refirió primero al caos anteriormente existente en el país, y a que la lucha por buscar una economía sólida había sido en vano, hasta que llegó el hombre idóneo para resolver los problemas: Porfirio Díaz, "quien fuera el primero en la guerra y es ahora el primero en la paz".
Celedonio Junco de la Vega, poeta de la época, inició su declamación con remembranzas infantiles: Cruzaba yo los deliciosos campos/de la niñez florida,/cuando al heroico puerto/donde el destino me lanzó a la vida,/llegaba de la pólvora el humo,/al fragor de los bronces,/ese bizarro triunfador.
El momento alcanzó su cúspide cuando el coro de escuelas entonó el Himno "El Laurel y La Oliva": Salve egregio valiente soldado,/cuyo brazo blandiendo el acero,/a la patria del yugo extranjero/supo un día glorioso librar./Salve ¡oh ilustre Patricio!...
El Gobernador de Nuevo León, General Bernardo Reyes, ponderó las acciones del presidente Díaz: "Os habéis consagrado a la Patria y sois el símbolo de tantas altezas, que personificáis el bienestar y progreso de la República. Vos honráis con vuestra presencia a Nuevo León, que se estremece al recibiros... Tened a bien alzar vuestras copas y brindad conmigo, porque el defensor heroico, autor de magnos adelantos, está con nosotros, en ésta la época más hermosa de la historia, por la gratitud que le debemos, por su grandeza inmortal y por su eterna gloria".
Por su parte, el mandatario, sin perder la serenidad ni dar muestras de especial emoción, dijo: "En el elocuente brindis que acabamos de escuchar, hay conceptos expuestos con tanta delicadeza que sólo puedo aceptarlos como muestra de la bien correspondida benevolencia con que me distingue su autor.
"No sabemos qué admirar y agradecer más, si la hospitalidad, elegancia y buen gusto, o la lujosa exposición de sus muchas mejoras, que ya conocíamos de fama y que son orgullo nacional. Los abundantes, variados y valiosos frutos que es capaz de producir la acción inteligente, viril y armónica del espíritu de empresa, del capital y del trabajo, cuando ésta es manejada por una escrupulosa honradez y sólidamente protegida por su gobierno, que con mano firme y conciencia recta y clara, garantiza la vida, la propiedad, la libertad, la honra y todos los derechos definidos del hombre."
Continuó su oratoria con la tesis histórica dirigida a los empresarios y dejó por sentada su admiración hacia la administración del gobernador Bernardo Reyes:
"En cuanto al señor Gobernador, recordaré para honra suya que hace 18 años, al ascenderlo de Coronel a General de Brigada, en premio de una acción muy distinguida, le dije como único elogio: 'Así se esgrimen las armas con que nos honra la Patria. Así cumple la protesta a su bandera un militar correcto y honorable', y ahora, a 18 años, después de estudiar los grandes beneficios que bajo su inteligencia y acertado mando alcanzó este bravo y laborioso Estado, considero justo decirle: 'General Reyes, así se gobierna, así se corresponde al soberano mandato del pueblo'".