09/May/2024
Editoriales

Borges, el Premio Nobel y el Humor

Jorge Luis Borges, escritor argentino, se convirtió en ciudadano del mundo. A medida que iba perdiendo la vista, su visión del mundo y de la humanidad era cada vez más clara y profunda. Habí­a nacido un dí­a como hoy cuando el siglo XIX se despedí­a: el 24 de agosto de l899. Su figura, como la de Alfonso Reyes, crece con el paso de los años y aunque no hayan logrado conseguir el Premio Nobel de Literatura, su obra perdura en el tiempo.

Este Premio internacional que es considerado el más importante, se ha otorgado a personajes como Bjornson, Mommsen, Heyse, Gjeellerup, Spitteler, Echegaray, Carducci, Seferis, Reymont, Karlfeldt, Sillanpí¤í¤, Eucken, H. E. Martinson, E. Johnson, Laxness, Quasimodo y Bunin, entre otros.

Entre los grandes escritores que figuraron como candidatos al Premio, pero no lo consiguieron, mencionaremos --además de Borges y Reyes— a escritores tan importantes como Bertolt Brecht, Mark Twain, Henry James, Máximo Gorki, Paul Valéry, H. G. Wells, Somerset Maugham, Anton Chejov, Leí²n Tolstoi, Henrik Ibsen, Rainer Marí¬a Rilke, Marcel Proust, Benedetto Croce, Virginia Woolf y George Meredith.

El diario italiano Corriere della Sera realizó una encuesta mundial en 1970, la cual favoreció a Borges, como el candidato al Nobel que más votos recibió de parte de los lectores. Sin embargo, la Academia Sueca se decidió por Solshenitsyn.

Aunque es bien sabido que nunca se le concedió el Premio Nobel de Literatura, muchas veces Borges fue considerado para ese premio. Las propuestas vení­an de diversas instituciones del mundo. Un señor le informa en la calle que se ha enterado de una de ellas.

-Borges, más de veinte crí­ticos italianos lo proponen a usted como candidato al Nobel para este año.

Y Borges responde con una sonrisa maliciosa:

-Bueno, le cambio esos veinte italianos por un sueco.

A Borges le gustaba hacer bromas con esto del otorgamiento del Premio Nobel. En una ocasión dijo que si lo hubiese recibido, perderí­a el puesto de "futuro candidato". "Al parecer –comentó en una ocasión— todo se hace al azar de una geografí­a polí­tica. Creo que los próximos cinco o seis premios serán australianos o húngaros".

Al respecto, Marí­a Kodama, la viuda de Borges, ha expresado que Borges "se divertí­a muchí­simo con el hecho de que no le dieran el Premio Nobel de Literatura. Decí­a que se habí­a convertido en un mito escandinavo, el del hombre al que no le habí­an dado el Nobel. En caso contrario, él se hubiera convertido en uno más de la lista".

Aunque el hecho de no haber obtenido el Premio Nobel de Literatura pareciera una derrota, Borges pensaba que "Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria".

Era un hombre ingenioso. Jugaba hasta con las amenazas de muerte, que las tuvo.

Al respecto decí­a: ¿De qué otra forma se puede amenazar que no sea de muerte? Lo interesante, lo original, serí­a que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad.

Como esta tiene muchas otras frases. En esta ocasión recordaremos esta: "Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón".

Borges es un escritor para escritores. Su lectura lleva implí­cita infinitas lecturas, salvo en contadas ocasiones, como en las milongas, en que resulta profesionalmente popular, leerlo involucra una necesaria cultura literaria.

Una mañana comentó:

-Ayer me vinieron a ver unos médicos que me dijeron: "Bueno, durante mucho tiempo no nos atrevimos a leerlo".

-Hay algunos médicos que son bastante ignorantes

-interrumpo.

Sí­, sobre todo en materia de medicina -completa Borges con una sonrisa.

-¿Y qué otra cosa argumentaron? -pregunto.

-Bueno, insistieron en que soy un escritor difí­cil de entender -prosigue-. ¿Pero, por qué?, les dije yo. "Bueno, usted es un escritor famoso"... ¡Quizá eso lo explica todo, ¿no? Uno de ellos, agregó: "He intentado leer El Aleph y no pude seguir; no entendí­ nada". "Ah, no se haga problema, yo tampoco entiendo nada, qué le vamos a hacer". Bueno, tal vez esta sea una muestra de que un escritor es inabordable.

En un diálogo en la ciudad de Santa Fe, una señora le dice a Borges emocionada:

-Señor Borges, usted es un genio.

Y Borges le contesta:

-Pero no, no crea eso. Son calumnias, señora.

Un grupo de jóvenes estudiantes de filosofí­a, interesados en Cábala, visita a Borges una tarde. Hablan de la leyenda del Golem, de Juda León, y luego se detienen en Schopenhauer, en Kant y en Pico della Mirandola. Uno de los jóvenes, asombrado ante los conocimientos de Borges exclama:

-¡Qué maravilla, maestro, cuánto sabe usted de filosofí­a!

-No crea -responde Borges-. Sobre filosofí­a sé solamente lo que han sabido los hombres durante todas las épocas: nada, absolutamente nada.

Caminaba Borges por la calle Florida y al llegar a la avenida Córdoba lo detiene una señora para decirle:

-Borges, yo no he leí­do nada suyo.

-Me parece prudente -responde Borges-. Le recomiendo que no lo haga, señora, se va a desilusionar.

El mexicano Juan José Arreola, además de ser uno de los más grandes cuentistas de nuestro idioma, era un fiel admirador de la literatura de Borges. Cuando coincidieron en Estados Unidos, besándole la mano le dijo con gran ceremonia:

-Le entrego aquí­ treinta años de admiración. Y Borges le respondió lleno de pudor:

-Pero señor, qué manera de perder el tiempo.