Leopoldo Espinosa Benavides, Cronista de Monterrey, es un hombre que gusta de las paradojas. De hecho, uno de sus libros se llama así: “Paradojas”. Recuerdo un texto que leí hace años. Decía que “La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios cada vez más altos, pero tolerancia cada vez más baja, autopistas más anchas, pero puntos de vista más estrechos, gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos.
Tenemos casas más grandes y familias más pequeñas, más comodidades, pero menos tiempo, tenemos más títulos, pero menos sentido, más conocimiento, pero menos juicio, más expertos, pero más problemas, más medicina, pero menos bienestar. Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco, y odiamos demasiado a menudo.
Hemos ido a la luna y regresado, pero tenemos problemas para cruzar la calle y encontrarnos con nuestro vecino. Hemos conquistado el espacio exterior, pero no el espacio interior. Hemos limpiado el aire, pero contaminado el alma, hemos aumentado en cantidad, pero disminuido en calidad”.
En esta ocasión, recordaremos --aunque sea brevemente-- los orígenes de la ciudad, en ocasión del 422 aniversario de la fundación de Monterrey y la presentación del libro Breve Análisis del Acta de Fundación de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, de nuestro amigo el Ing. Leopoldo Espinosa Benavides, Cronista de la Ciudad de Monterrey.
Antes, si me lo permiten, deseo ahondar un poco en el libro “Paradojas”, de nuestro amigo Leopoldo, Se refiere a la amistad y lleva por título BUSCO A UN AMIGO. Dice así: Encontrar a un amigo es difícil. No se resuelve con un conocido de sangre ligera ni con alguien de sólo buenas intenciones. Un amigo es bastante más que eso. Si alguien me ayuda a encontrarlo, se lo agradeceré infinitamente.
Digo que no será fácil la tarea porque los requisitos que le pongo son muchos. Si alguien me los pide a mí, seguramente no los apruebe. Pero qué le voy a hacer, así soy de exigente y creo que muchos de los seres humanos así somos. Exigimos más de lo que estamos dispuestos a dar.
Busco a un amigo que sea dueño del buen humor (de otra manera no podría ser inteligente) y que lo demuestre con risas sonoras, no con sonrisitas despistadas; que le guste el debate, que es masculino, y no la discusión femenina; que tenga la llave de las lágrimas abierta, que no le dé pena llorar en un sepelio, o por una película triste, o con un poema de Rudyard Kipling; que cante aunque no sepa hacerlo y que disfrute el baile aunque aparente boxear en la pista con su mujer. Que escriba cartas elegantes.
Que no sea pusilánime, que trabaje duro y que ame aunque no sea correspondido. Que se ponga serio al pedir perdón y sonría al contar una anécdota; que no se esconda cuando un amigo lo necesita, que investigue la verdad y cuando la sepa la divulgue. Que sea leal, perseverante; que de joven haya sido deportista, que le entienda a la política y al ajedrez. Que tenga muchas cosas que hacer, pero que se dé tiempo para disfrutar de una buena sobremesa. Que esté dispuesto a beberse un café dondequiera, sin tema preestablecido. Si lo encuentro, será buena señal. Ya podré comenzar a construir una amistad real.
El nuevo libro que ahora nos entrega nuestro amigo Leopoldo, ha sido editado por la Universidad Metropolitana de Monterrey con un tiraje de mil ejemplares. El Rector, Héctor Sepúlveda Prieto, afirma en la presentación que “acercarnos al pasado es comprender nuestro presente desde una perspectiva más abierta que nos permita comprender hechos, circunstancia, sucesos y personajes que nos han determinado como sociedad.
En esta ocasión, dice Don Héctor, la Universidad Metropolitana de Monterrey tiene el privilegio de publicar “Breve análisis del Acta de Fundación de Nuestra Señora de Monterrey, del ingeniero, historiador y cronista Leopoldo Espinosa Benavides. El libro consta de 70 páginas, a través de las cuales el autor analiza el Acta de la Fundación de Monterrey, explica que es un acta de fundación, incluye imágenes y un breve glosario y nos habla de la fundación de otras ciudades parecidas a Monterrey. Algo muy importante que incluye el Ing. Espinosa Benavides es un breve glosario de los términos incluidos en el Acta.
Pero vayamos al momento en que se produce la fundación de Monterrey: Antes de la llegada de los españoles, en la región existían numerosas tribus. Entre las más importantes se encontraban los guachichiles, aguaceros, malincheños, borrados, hualahuises, comepescado, tobosos, alazapas y coahuiltecos.
No tenían una lengua común. Hablaban distintos dialectos. Su vida era nómada y salvaje. Construían sus viviendas de zacate y carrizo. Se alimentaban con frutas y animales silvestres, con nopales, tunas y mezquites. Les gustaban las fiestas. Sus armas eran el arco y la flecha y los cuchillos de piedra bien afilados. En la lucha eran temibles por su crueldad. Así transcurría la vida de los habitantes de este lugar anteriores a los españoles. Al morir eran enterrados, pero no había ceremonias especiales. Sobre la tumba se sembraban nopales y se instalaba una cerca con ramas.
En el año de 1577, apareció en la región el capitán Alberto del Canto, quien fundó la Villa de Santiago de Saltillo y descubrió el valle de Extremadura, hoy de Monterrey, donde fundó --en ese mismo año de 1577-- el pueblo de Santa Lucía. Este es un controvertido personaje, al que actualmente los investigadores --incluso los novelistas-- le están dedicando mayor atención. Estuvo casado con Estefanía, hija de don Diego de Montemayor. Del Canto falleció en l6ll en Saltillo.
En 1579, don Luis de Carvajal y de la Cueva capituló con el Rey de España, don Felipe II, la conquista, pacificación y población del Nuevo Reino de León, a cuyas tierras llegó proveniente de la región de Pánuco. En las capitulaciones se habla del Nuevo Reino de León como un enorme cuadrado de tierra, con una extensión de 200 leguas.
Para darnos una idea del tamaño del Nuevo Reino de León, conviene señalar que este territorio comenzaba en la desembocadura del Río Pánuco hacia el norte y se extendía hasta más al norte de la desembocadura del Río Bravo. Comprendía también tierras de los Estados Unidos de Norteamérica y los Estados mexicanos de Chihuahua, Zacatecas, San Luis Potosí y parte de Sinaloa, incluyendo pueblos y reales mineros como los de Zacatecas, Fresnillo y Mazapil.
Carvajal fue el primer Gobernador del Nuevo Reino de León y el fundador de una villa al norte de los ojos de agua de Santa Lucía, a la cual impuso el nombre de Villa de San Luis. Cuando Carvajal tuvo problemas de jurisdicción ante la Real Audiencia y el virrey, éste se dedicó a molestarlo y lo mantuvo preso en la ciudad de México. Sin embargo, Carvajal regresó al norte en 1585 y fundó la villa de Almadén, que actualmente se conoce como Monclova. Más tarde fue acusado ante la Inquisición y se le encarceló. Según el Cronista Alonso de León, Carvajal, estando preso, "murió de pesadumbre". En 1596 concluyó la vida del primer Gobernador, precisamente el año de la fundación de Monterrey.
Vino después don Diego de Montemayor, a quien le corresponde el honor de haber sido el segundo Gobernador del Nuevo Reino de León y el fundador de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, nombre que le otorgó a este lugar en honor del entonces Virrey de la Nueva España, don Gaspar de Zúñiga y Acevedo, quinto Conde de Monterrey.
¿Quiénes acompañaban a don Diego? Don Diego ya era viudo para entonces. Lo acompañaron en esta misión su hija Estefanía y sus nietos Diego y Miguel, así como 12 jefes de familia. Entre ellos estaba Diego de Montemayor el Mozo, hijo de don Diego y quien estaba casado con Elvira de Rentería. El grupo estaba integrado por 34 personas. Venían en carretas, junto con las familias de don Diego y su hijo, las siguientes personas: Lucas García, Martín de Solís, Juan Pérez de los Ríos, Diego Maldonado, Juan López, Diego Rodríguez, Pedro de Iñigo, Cristóbal Pérez, Domingo Manuel, Alonso de Barreda y Diego Díaz de Berlanga y sus familias. Este último --Diego Díaz de Berlanga-- fue el redactor del Acta de Fundación de Monterrey, en la cual se describe a estas tierras como un "lugar apacible, sano y de buen temple, y de buenos árboles frutales de nogales y otras frutas, y haber como hay muchos montes y pastos, ríos y ojos de agua manantiales, y mucha tierra para labor de pan coger, y muchas minas de plata que en su comarca hay, de 3, 10 y 15 leguas a la redonda, y sitios de ganado mayor y menor y muchos otros aprovechamientos".
Al terminar el acto, Don Diego y el Primer Cabildo de Monterrey, rodearon la improvisada mesa y desenvainaron sus espadas, las elevaron y unieron sus puntas, mientras "los soldados restantes, distribuidos frente a los cuatro rumbos cardinales, con los arcabuses apuntaban al infinito, y a una voz de mando de Don Diego dispararon. El eco retumbó en las montañas, parvadas de pájaros cruzaron el valle, y las señoras de rodillas, elevaron al cielo sus oraciones.
Así se inició la vida de esta ciudad que el pasado mes de septiembre celebró su aniversario número 422. En ese momento se inició la vida de la que llegaría a ser una de las ciudades más importantes de México y de América Latina. En aquel entonces, de acuerdo con las descripciones de la época, era “lugar apacible, sano y de buen temple y buenos aires y aguas y muchos árboles”.