El próximo 21 de noviembre se cumplirán cien años de la muerte del Emperador Francisco José de Austria-
Hungría, hermano mayor de Maximiliano, quien fuera Emperador de México de 1864 a 1867. Toda Europa estaba enzarzada en una terrible guerra que había empezado en agosto de 1914 y en cuyas primeras batallas, todavía "móviles", habían muerto 1,105,000 soldados, en 1915, ya todos en trincheras, habían muerto otros 2,260,000 y en ese terrible año de 1916 otros 4,090,000 morirían, principalmente en las terribles batallas "de atrición (castigo)" de Verdún y el Somme en Francia y en la Ofensiva Brusilov del Frente Ruso. Esta masacre continuada y que no daba señales de menguar, estaba sometiendo a terribles presiones a todos los sistemas de gobierno existentes y a los valores morales en los que estaban sustentados, tanto así que parecía que a la mayoría de la gente se les estaba "botando la canica", tanto en las democracias liberales, como Gran Bretaña y Francia, como en las semi-liberales (Alemania e Italia) y más aún en los Imperios autoritarios, como el de Todas las Rusia, cuyo Zar iba a ser derrocado en marzo de 1917; el Otomano, que ya había perdido los Balcanes y estaba en proceso de perder a todos los Países írabes; y el de Austria-Hungría, donde la muerte del Emperador parecía augurar su próxima desintegración, al irse a partirse en seis naciones: Austria, Hungría, Rep. Checa, Eslovaquia, Eslovenia y Croacia, además de que otras de sus partes se unirían con sus compatriotas polacos, rumanos y serbios.
México, mientras tanto, estaba culminando la etapa bélica de su Revolución y preparándose para las "elecciones" de los diputados constituyentes, quienes realmente fueron los voceros de las tendencias políticas y sociales del grupo vendedor de Carranza y Obregón, designados por negociaciones entre estos y otros cabecillas, pero excluyendo a Villistas y Zapatistas. También estábamos sufriendo la Expedición Punitiva del Ejército Americano, quienes entraron a las partes rurales del Estado de Chihuahua a perseguir a Pancho Villa, a quien había clasificado como "indio salvaje" tras su asalto a la Columbus, N.M., a lo que los autorizaba una cláusula del Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848. Por otra parte, el pueblo americano estaba horrorizado por las batallas de atrición de la Guerra Europea y muchos creían que sus parientes del "old sod (países de origen)" se habían vuelto locos y había que ir a intervenir para detener esa horrible masacre y así salvar la cuna de la Civilización Occidental; Todo ello los iba decidiendo a hacer caso del ABC sudamericano, Argentina, Brasil y Chile, a retirar su pequeño e inepto ejército de territorio mexicano, para poder irse preparando para intervenir en Europa.
Por todo lo anterior, hay que reconocer que el Congreso Constituyente que se iba a reunir en Querétaro, aunque muy partidario y parcial, como arriba vimos, iba a ser también muy original y creativo, pues, por ejemplo, su declaración de la propiedad nacional de todos los yacimientos del subsuelo nos va a dejar "vacunados" contra el Comunismo Soviético, cuya Revolución todavía faltaba un año para que ocurriera.
Así que a fines del año de 1916, aquel mundo que nació en 1815, tras el fin de las Guerras Napoleónicas, y que durante todo un siglo había logrado la democratización de toda Europa Occidental, Norte América y Australasia, había producido una poderosa Revolución Industrial y había tenido un tremendo impacto sobre todo el resto del mundo, parecía que se había convertido en una sangrienta casa de locos, cuyos valores más profundos, por ejemplo los religiosos, estaban sufriendo daños irreparables y que en las partes más afectadas por la hecatombe, como Rusia y Alemania, iban a formarse terribles movimientos masivos de un nuevo tipo, que invadían hasta los aspectos más privados de la vida de todos, llamados "totalitarismos", tales como el Comunismo y el Nazismo: Hace cien años algo básico cambió en el mundo.
Atte.- JVG.- 16-11-16.