21/Nov/2024
Editoriales

¿Miedo al micrófono?

Muchas personas tienen lo necesario para ser buenos oradores: cultura, agilidad mental, porte distinguido y buena voz. Sin embargo, a la hora de tener enfrente un micrófono se turban y nomás no pueden hablar bien.

 

 Es increíble el número de personajes que son célebres en su plática fuera de reflectores, pero cuando de utilizar la voz en público se trata, se paralizan. Y este fenómeno no es nuevo, incluso que el gran Demóstenes, el orador más famoso de la historia, tenía ese problema. Veamos cómo fue que este prodigioso joven se convirtió en el arquetipo del buen orador. Desde que era jovenzuelo soñaba con dominar el arte de la oratoria, pero las condiciones le eran adversas: era tartamudo y humilde, no podía pagar a maestros que le enseñaran a discursear. Sin embargo, su sueño se convirtió en obsesión, y comenzó por asistir a escuchar en la plaza pública a los mejores oradores y filósofos de su tiempo. Preparó su primer discurso hasta que consiguió debutar y le fue bastante mal, pues los nervios lo traicionaron y el público se rio de su tartamudez. No pudo siquiera terminar el discurso pues los abucheos no se lo permitieron.  Lo único que quedó de pie dentro de sí, fue el gran deseo de ser buen orador, así que a prepararse dedicó su vida. Usó la frustración de su primer discurso como acicate, y comenzó una aventura que le llevó a sacrificar casi todo. Se afeitó la cabeza para no tener tentaciones de salir a la calle, y amanecía todos los días practicando.  Por las tardes corría por la playa gritándole al sol con todas sus fuerzas para ejercitar sus pulmones. En la noche se llenaba la boca de piedras y se ponía un cuchillo entre los dientes para obligarse a hablar sin tartamudear. Ya en su casa se paraba frente al espejo por largas horas para mejorar su postura y gestos. Pasaron varios años antes de que reapareciera en la plaza y lo hizo defendiendo a un fabricante de lámparas a quien sus ingratos hijos querían arrebatarle su patrimonio. La elocuencia, seguridad y sabiduría de Demóstenes fue súper aplaudida por todos en la plaza pública. Pronto Demóstenes fue elegido como embajador en la Ciudad, y su nombre se incorporó al grupo de hombres admirables a lo largo de la historia. Sigamos su ejemplo, venzamos el temor ante el micrófono y hablemos ante cualquier auditorio con soltura.