El Congreso del Estado perdió su oportunidad de otorgar en vida el nombramiento de Benemérito de Nuevo León al Maestro Israel Cavazos Garza. Ayer, el distinguido historiador dejó de existir, lo cual constituye una gran pérdida para Nuevo León, para la región y para México. Seguramente ahora sí será declarado Benemérito. En el 2004, siendo Presidente de la Sociedad Nuevoleonesa de Historia, Geografía y Estadística el suscrito, hicimos la propuesta en tiempo y forma. La respuesta del Congreso fue que don Israel cumplía con todos los requisitos, menos uno: para recibir dicho reconocimiento hay que morir.
Cuando le comenté al maestro la respuesta del Congreso, sonrió y me dijo: No se preocupe: Tendrán que esperar. Y así fue, 12 años después, Don Israel ha dejado de existir. Ahora sí, ya no hay excusa.
El maestro Cavazos Garza, es autor de más de 30 libros y numerosos ensayos sobre Historia de Nuevo León y el noreste de México. A través del tiempo, nos ha entregado valiosos materiales. Entre los historiadores actuales, nadie como él ha estudiado nuestra región. Así lo reconocemos no sólo los nuevoleoneses, sino también los historiadores de Coahuila y Tamaulipas. También es reconocido a nivel nacional e internacional.
Sin embargo, en Nuevo León no le hemos dado a don Israel el lugar que merece. ¿Será cierto, tal vez, que nadie es profeta en su tierra? Incluso ¿por qué no decirlo? en ocasiones este destacado historiador fue objeto de críticas injustas.
Para los nuevoleoneses constituye un honor y un privilegio el haber tenido como Cronista de Monterrey a este ser humano de gran calidad, a quien se propuso como candidato a Benemérito del Estado. Historiadores, Cronistas, hombres de empresa, personalidades de la cultura, el Cardenal de Monterrey y el Rabino, entre otros, nos sumamos a esta propuesta.
El Congreso del Estado, en una respuesta dirigida a la presidencia de la Sociedad de Historia –a nuestro cargo en aquel entonces-- reconoció hace 12 años en el maestro Cavazos Garza los méritos suficientes para ser declarado Benemérito. Sin embargo, sus integrantes hicieron una curiosa interpretación y señalaron que si en el Decreto aparece la palabra memoria, eso significa que el candidato a tal distinción debe estar muerto para recibir ese reconocimiento.
Habría que consultar a los académicos de la lengua para que ayuden a los Diputados a determinar si todo lo que se refiere a la memoria debe estar muerto. Hasta las computadoras tienen una memoria viva que guarda millones de caracteres que cambian día con día. La memoria no es muerte. La memoria es vida, ayer, hoy y mañana. Es la facultad de conservar las conquistas de la humanidad para que sirvan a las actuales y futuras generaciones.
Además, existen pruebas fehacientes de que este reconocimiento –el de Benemérito— se ha entregado en vida en diversas ocasiones. En el siglo XIX, el 24 de octubre de 1873, el Congreso del Estado ratificó el Decreto del 20 de febrero de 1867 declarando Benemérito de Nuevo León, en vida, al doctor José Eleuterio González "Gonzalitos". Esto le permitió al pueblo manifestarle en vida su reconocimiento y su amor por tantas cosas buenas que hizo sin haber nacido en nuestro Estado.
Por otra parte, en el siglo XX, el 30 de junio de 1918, por acuerdo del Congreso del Estado se declaró oficialmente Beneméritos de la Educación en Nuevo León a los maestros nuevoleoneses Serafín Peña y Miguel F. Martínez, quienes recibieron esta distinción en vida. Además, a nosotros nos tocó acompañar al maestro Plinio D. Ordóñez a recibir su reconocimiento, en vida, como Benemérito del Estado, en el año de 1968.
La actual Legislatura le hizo un homenaje en vida al Maestro Israel Cavazos Garza, pero no se atrevieron a echar abajo la prohibición de otorgar en vida el nombramiento de Benemérito del Estado. No tomaron en cuenta los antecedentes de los grandes nuevoleoneses a quienes se ha otorgado en vida dicho nombramiento. Los miembros de la actual Legislatura debieron haber retomado este asunto. Nuevo León está en deuda con el maestro Israel Cavazos Garza. Qué lamentable resulta tener que esperar a que alguien se muera para reconocerle y agradecerle lo mucho que ha hecho por nosotros, por su Estado y por su Patria.
¡En vida hermano, en vida!