Un nuevo estudio de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OECD, por sus siglas en inglés) sobre la productividad laboral en el mundo contiene resultados muy impactantes, que indican cuál "paradigma", el de China o el de las naciones trasatlánticas, debería "fijar las normas" para las inversiones y el comercio internacionales. Estos resultados no respaldan la afirmación de Barack Obama para abrogarse el derecho de fijar las normas económicas y comerciales; más bien favorecen a ese país en donde, según las palabras de Obama "un montón de gente anda haciendo cosas".
El estudio de la OECD, preparado para su conferencia internacional sobre productividad laboral que empieza hoy en París, encontró que la productividad laboral bruta —es decir, el PNB dividido por horas de trabajo— había crecido a mucho menos de un 1% al año en la década del 2004-2014 en Estados Unidos, en la mayoría de los países de la Unión Europea y en Japón. El rango va desde 0.3% al año de crecimiento en el Reino Unido a 0.8% al año de crecimiento en Estados Unidos (en el subperíodo del 2011-2015 en Estados Unidos, el crecimiento en la productividad laboral bruta fue cercano a cero).
Corea del Sur fue la excepción en la OECD, con un crecimiento en su productividad de más del 3.5% al año en el período 2004-2014. Esto pone a Corea del Sur aproximadamente a la par con China, cuyo crecimiento en la productividad, según un reciente estudio de la Facultad de Negocios de Harvard, promedió 3.6% anualmente entre el 2002 y 2014.
El estudio de la OECD en realidad abarca de 1996 a 2014. El otro hallazgo importante es que este crecimiento anual promedio en la productividad laboral bruta, para todos los países de la OECD, se redujo a menos de la mitad en casi todos los países desde el período 1996-2004 al período 2004-2014. Así que el factor de productividad desapareció en la era de la globalización de Londres y Wall Street, de la banca universal y la "bursatilización".
La paradoja que plantea este estudio para la conferencia de la OECD en París, es claro para sus autores: "En la mayoría de los países de la OECD la desaceleración [de la productividad] ha afectado casi todos los sectores, afectando por igual a compañías pequeñas y grandes, pero en particular ha afectado a esas industrias en donde se esperaba que las nuevas innovaciones tecnológicas y digitales generaran dividendos por la productividad como en el caso de los sectores de la información, comunicaciones, finanzas y seguros" (énfasis agregado). Así que parece que los teléfonos celulares tipo i-phone, las computadores que transan valores en nanosegundos y los robots, han estado arrastrando la productividad laboral a la baja.
Y una anomalía más: "La desaceleración empezó mucho antes de la crisis, a pesar del aumento en la participación de las compañías en las cadenas de valores globales, elevados niveles educativos [!] e innovaciones tecnológicas".
De hecho, el director fundador de la EIR y economista del Sistema Americano de Economía Política, Lyndon LaRouche hizo pronósticos bastante penetrantes durante la década de 1970 (de largo plazo) y de nuevo durante los 1990 (de corto plazo) sobre todo este fenómeno.