El ex – Secretario de Relaciones Exteriores y buen intelectual y comunicador Jorge G. Castañeda, ha propuesto, en la TV y en la prensa, que "La selección de un solo candidato independiente, cuya trayectoria asegure que esté limpio de complicidades y corruptelas, para contender por la Presidencia de la República en la próxima campaña del 2018, es una condición indispensable, aunque no suficiente, para sacudir a la clase política y a la partidocracia y forzarlas a acordar una reforma política a fondo".
Primero veamos si son correctas las metas propuestas: Desde luego que lo son las metas de "sacudir " y de acordar una reforma, pero creo que sólo serán fructíferas si entendemos bien cuáles son los males que afectan a nuestro sistema político, para así poder precisar las reformas que corrijan esos males. A mi modo de ver, el mal básico estructural que tiene es el de haber copiado, como changos, el sistema del Primer Mundo, sin haber comprendido que ahí fue el fruto de un largo proceso histórico, de más de un siglo, en que sólo se le fue dando derecho al voto a aquella parte de la población que aportaba los impuestos que lo hacían funcionar, proporción que fue subiendo lentamente desde un 10% en 1815 hasta un 100% en 1916.
Así que aquí en México, cuando a partir de 1924 nuestros dirigentes políticos quisieron entrar a "la Etapa Constructiva" de la Revolución, se toparon con el hecho que la Constitución de 1917 les había dado el derecho al voto al 100% de los hombres adultos, un 90 % de los cuales eran campesinos analfabetas. Pero ¿Cómo negárselo si unos 100,000 de ellos habían participado con las armas en la mano en la reciente pelea? Así que aceptaron esta flagrante incongruencia y encontraron la forma de manejarla: Copiando un poco a los sistemas totalitarios que entonces estaban proliferando en Europa, formaron tres grandes "organizaciones centralizadas" campesinas, obreras y populares" (al principio también militares), las cuales manejaban con una especie de acuerdo clientelar "Yo Gobierno les doy ciertas ventajas reales, tales como reparto de tierras, protección laboral y algo de servicios públicos en los barrios urbanos que empezaban a proliferar, y Ustedes me darán su apoyo político incondicional".
Este acuerdo funcionó prácticamente sin oposición por 15 años, de 1924 a 1939, excepto cuando el Gobierno persiguió a la Iglesia Católica, para darse aires de radicalismo y que nadie se fijara que ya estaban adquiriendo sus ranchitos y sus negociazos, provocando con ello la Rebelión Cristera, que marco un límite al totalitarismo. En 1939 se formó un partido de clase media, el PAN, pero como los de ese nivel de ingresos y educación eran sólo un 10% de la población, eran como un enano peleando contra tres gigantes.
Este fingimiento, este "manejo clientelar" de una parte de la población, aunque ahora ya son sólo de un 40% o 50% de ella, es lo que ha convertido a nuestra política en un fingimiento obligatorio imposible de superar, porque obligadamente lleva a "ensuciarse las manos" a todos los partidos políticos, desviando fondos públicos para obtener votos clientelares. Pero con un 30% o 40% de clase media, creo que ya se podría enfrentar esta realidad cara a cara y acordar en la Reforma Política propuesta, algo como esto: Debemos desvalorizar, ya que no quitar, el voto de quienes no cumplan con los siguientes dos requisitos: a) Pagar impuestos y b) Tener cierto nivel educativo. Esto podría hacerse, por ejemplo, contando el doble los votos de quienes sí los cumplan.
Creo que un acuerdo reformista de este tipo sería lo único que haría que "la sacudida" a la clase política y a la partidocracia llevara a algo constructivo: A que haya un cambio total en cuanto a apreciar a toda costa la verdad y a despreciar la mentira, aunque ésta a veces parezca que resuelve problemas escabrosos: No los resuelve, sino que sólo los esconde y los difiere en el tiempo.
Atte.- JVG.- 02-03-16