13/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

 

Febrero 4 de 1827: El general Gregorio Arana –hijo de padres españoles- es denunciado en la Ciudad de México como conspirador en favor de España, país que buscaba la forma de regresar a gobernar México. Esta denuncia propició muchas reacciones pues corría la especie de que existía una nutrida complicidad de clérigos y algunos militares para revocar la independencia nacional, descubierta con la famosa conspiración del Padre Arenas. 

Había demasiados frentes conspirativos y sería difícil enumerarlos en tan breve espacio, mucho menos desarrollarlos. Una de ellos era que la prohibición de los partidos políticos, propiciaron que las logias masónicas llenaran ese vacío pero entre las dos logias mayores había fuertes encuentros. La intriga política se convirtió en deporte nacional y, el presidente Guadalupe Victoria, que realizaba buen papel, no podía orientar el rumbo político del país. Los yorkinos aprovecharon el escándalo del padre Arenas para desacreditar a los escoceses de quienes se decía que su corazón palpitaba por los españoles. Había inquietudes políticas en el noreste:

En el estado de Coahuila y Texas se debatía la Constitución local por el tema de la abolición de los esclavos. Los texanos, liderados por Austin, buscaban suavizar la ley de prohibición de la esclavitud, que terminó admitiendo a esclavos ya existentes, prohibiendo sólo la introducción de nuevos, estableciendo que los hijos de esclavos nacerían en libertad. El 18 de enero anterior, el padre Joaquín Arenas había invitado al comandante general del Distrito Federal y del Estado de México, Ignacio Mora, a que se sumara al movimiento que restauraría la soberanía de España en su antigua metrópoli. Pero es precisamente Mora quien denunció la conspiración de Arenas detonando la bomba política que provocó la detención de activistas en Puebla, Veracruz, Durango, SLP, Tlaxcala y Oaxaca.

Así se inició el debate nacional en torno de la expulsión de todos los españoles residentes en México. Finalmente, en medio de todas las conjuras, el 23 de febrero de 1827 un Consejo de Guerra declaró culpable al padre Arenas y lo sentenció a muerte, iniciándose una cacería de brujas en donde alcanzan graves acusaciones los generales españoles de origen, Pedro Celestino Negrete y José Antonio Echávarri, quienes alcanzan a ser detenidos pero pudieron demostrar su inocencia y fueron absueltos y regresados a su estatus militar. Pero el general Gregorio Arana, que hoy recordamos su denuncia, no pudo demostrar inocencia y también fue fusilado, como el propio Padre Arenas. El decimonono mexicano fue todo un galimatías, que propició las dos invasiones extranjeras.