Cada vez que nos acercamos a una elección, especialmente a una elección presidencial, el falso debate de la nueva política contra la vieja política o la buena política se intensifica entre las y los personajes y protagonistas que intervienen en los procesos electorales, ya sean aspirantes a un cargo de elección popular, candidatos o voceros de los distintos partidos políticos.
Lo cierto es que política solo hay una, que es la que se concibe como la ciencia y el arte de gobernar, de tomar decisiones colectivas a través de una negociación con la sociedad y con los distintos poderes y actores políticos.
Lo que existe y ha existido desde siempre, es una gran diversidad de personas que se dedican a la política, con enfoques y estilos muy divergentes. O sea, no es lo mismo la política que los políticos.
Tres de los más notables polítólogos conocidos, como los son Norberto Bobbio, Giovanni Sartori y Michelángelo Bobbero, filósofos y estudiosos de la ciencia política, coinciden en sus opiniones sobre este tema que hoy nos ocupa.
Para Bobbio, la política es el “hacer” del hombre que afecta e involucra a todos, y que se basa en la voluntad popular expresada a través de las formas y los procedimientos democráticos. Sartori dice que la política es el conjunto de actividades que tienen que ver con el poder, la autoridad, el gobierno y el Estado. La política se ocupa de los problemas colectivos y de las soluciones que se les dan mediante la deliberación, la decisión y la acción; mientras que para Bobbero, la política es el ámbito de la acción humana que se refiere a la organización y el ordenamiento de la convivencia social.
En ese contexto de ideas, debiéramos tener políticos que se obliguen a respetar la división de poderes, así como los pesos y contrapesos en los sistemas de gobierno; no obstante, lo que se da en la arena política es una lucha constante para dominar y controlar a los demás poderes. Usualmente el Ejecutivo, que tiene a su disposición el mayor aparato burocrático y dispone de una mayor cantidad de recursos económicos, intenta por todos los medios a su alcance, ejercer un control hacia el poder legislativo; cuando entre las funciones de los congresos está precisamente la de controlar al ejecutivo.
Volviendo a nuestros famosos polítólogos, casualmente italianos los tres, para Bobbio La función legislativa es el corazón de la democracia, donde se gestan las leyes que dan forma a la convivencia civilizada, es el lugar donde se articulan las voces de la sociedad. Sartori dice que la legislatura es la encargada de traducir la voluntad del pueblo en leyes que reflejen sus valores y aspiraciones y es la piedra angular de la democracia moderna; mientras que Bobbero señala que la representación popular en el Congreso es el puente entre el ciudadano común y las decisiones que dan forma al destino colectivo; en otras palabras, es el poder de los ciudadanos a través de sus representantes populares.
El afán de controlar los congresos puede conducir a una sociedad a perder la débil democracia que tenemos y despertar el 3 de junio en un sistema autoritario, o mejor dicho más autoritario que el que tenemos, por no decir dictatorial.
Queda en nosotros los ciudadanos afianzar ésta débil democracia con una participación masiva en la jornada electoral del 2 de junio, fortaleciendo la separación de poderes que define los sistemas democráticos del mundo.
Como dice un tweet que leí recientemente “Perder una elección en una democracia es normal. Lo malo sería perder la democracia en una elección.”