En mi artículo anterior analicé que la superioridad cualitativa del Primer Mundo sobre los otros dos, se debía a que la Civilización Occidental heredó del Cristianismo una División de Poderes que en la modernidad se han convertido en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Seguíamos diciendo que en Iberoamérica, a pesar de pertenecer a la Civilización Occidental, no funciona bien esta división de poderes, razón por la cual seguimos en el Tercer Mundo, aunque somos lo mejorcito del mismo ¿Por qué aquí no funciona bien?
La razón es la siguiente: Después de haber sido descubiertos y conquistados por los segundos pueblos más adelantados en igualdad democrática, los ibéricos o hispánicos, superados sólo por Italia del Norte, pero muy por arriba de los ingleses, franceses y alemanes de aquel tiempo, en abril de 1521, 4 meses antes de la caída de la Gran Tenochtitlan, la España ya unificada “se suicidó” al hacer que los Tercios Españoles, la mejor infantería de aquel tiempo, que se había formado en el Sur de Italia donde derrotaron contundentemente a los franceses, fueron llevados a España a que pelearan contra sus hermanos de clase media, los “comuneros” de Castilla y las “germanías” de Aragón: Entonces España, ciega de soberbia, por ser la espada rutilante del Emperador Carlos V y la defensora del Papado contra la Reforma Religiosa Germánica, se fue hundiendo en una enfermedad social que se llama “señorialismo”: Todos querían ser señores y ninguno trabajar y como sólo lo lograba uno de cada diez, los demás iban cayendo en la pobreza o se convertían en mendigos con o sin garrote, como 80 años después los describió magistralmente Cervantes en “El Quijote”.
En Iberoamérica esta “enfermedad” social adquirió tres dimensiones muy diferentes según la población y la economía de cada gran región: En las Altiplanicies (Centro y sur de México, Guatemala, y Ecuador Perú y Bolivia) con mayoría de población india civilizada, ahí el “señorialismo” superó al de España; En las islas y costas tropicales (Antillas y noreste de Brasil) con gran población de Esclavos Negros, capaces de auto-mantenerse con su agricultura basada en el ñame de Guinea, el señorialismo adquirió características sui-géneris; En los Extremos Poco Poblados (Chile, Argentina, Uruguay, “Los Llanos” venezolanos-colombianos y el Norte de México) los hispanos pronto prevalecieron sobre las muy ralas poblaciones de indios “bárbaros”, por lo que ahí sobrevivieron muchos rasgos de la antigua igualdad democrática ibérica.
Desde entonces en los Altiplanos Muy Poblados y sus tierras “calientes” de alrededor, siguen existiendo tantos resabios del señorialismo, ahí agravados por las líneas raciales que los marcan, que el igualitarismo sigue siendo más un espejismo que una realidad: Consecuentemente “los poderes” legislativo y judicial tienden a “alinearse por la derecha” ante “El Ejecutivo”. Algo parecido, aunque con características muy sui-géneris, sucede en las islas y costas con mucha población negra, en general con más bajo nivel de vida y de educación que “los blancos”. En los Extremos Poco Poblados tenemos nuestras mejores “cartas” democráticas, lideradas por Chile, Uruguay y Costa Rica y seguidas de cerca por Argentina, que en otro tiempo fue la líder. El Norte de México jamás ha sido independiente, así que forma sólo una transición del Centro: La ventaja de ello es que los avances que aquí se logren pueden ser aprovechados por el Centro y aún por el Sur.
En pocas palabras, aunque tenemos muchas coincidencias culturales con el Primer Mundo, nuestra estructura étnico-social y nuestra herencia “señorialista” son grandes obstáculos, los cuales tenemos que ir superando, sobre todo conociéndolos bien y actuando entonces en consecuencia.
Atte.- JVG.- 01-11-17