Ego es una palabra que viene del latín y literalmente significa: Yo. Sin embargo conceptualmente tiene acepciones muy variadas. Los estudios sicológicos del Ego son amplios; su influencia en la parte consciente en nuestra personalidad es mayor.
Afortunadamente tenemos Ego, pues sin él seríamos indolentes y faltos de ambiciones. Es una fuerza extraordinaria que nos hace vencer obstáculos cuando sentimos la necesidad de salir adelante en una empresa cualquiera si está de por medio el primero y el último de nuestros amores, que es el amor propio.
Entre los héroes, patriotas y ahora los influencer, el Ego juega un papel sustantivo. Adicionalmente a los objetivos por los que luchan, en muchos casos no encabezarían las justas heroicas, las encuestas de popularidad, ni se jugarían el todo por el todo si no fuera porque su Ego está de por medio.
Sin embargo, el Ego puede jugar con nuestra mente, llevándonos a conductas totalmente contradictorias, pues detesta la debilidad, pero trata de inducirla en algunos casos. Estudiemos un poco el caso del gran Winston Churchill quien llegó a tener a Inglaterra en un puño, pero de joven hubo de superar una debilidad provocada por su Ego que le hacía disentir sistemáticamente de todo, llevándolo a reprobar dos veces el examen de ingreso a la Academia Militar.
Paradójicamente ese mismo Ego respondió estimulándolo cuando sintió el trato burlón de sus compañeros, impulsándole a superar sus problemas académicos, y destacar entre sus compañeros de clase, llegando a ser el número uno.
Porque es el Ego quien busca conservar los errores humanos hasta convertirlos en pecados. Una de sus estrategias para conseguirlo es inducir cambios de objetivos que generen pérdida de tiempo en las definiciones importantes. El buen humor de Churchill, por ejemplo, era disfrazado con un aparente mal genio que le provocó varios cambios de partido político. Esto generó pérdida de tiempo pues se popularizó su mal humor, provocándole serios reveses electorales.
La felicidad no se debe buscar con espíritu egoísta porque eso es caer en una trampa. Así nunca se encontrará, y entonces como un deber nos seguirá su sombra cuando el día decline. Churchill recibió un duro golpe al término de la segunda guerra mundial pues al recibir un homenaje internacional por su preponderante papel en ella, se inflamó su Ego. Eso fue evidente y dos meses después de llevar a su País al triunfo bélico, se postuló y perdió las elecciones.
Sin embargo su enorme espíritu se sobrepuso posteriormente, refugiándose en la escritura hasta conseguir el Premio Nóbel de Literatura, uno de sus más grandes éxitos en la vida.
Otro aspecto del Ego es su extraña noción del tiempo, que podría ser la primera de sus nociones que se pone en duda. Churchill alcanzó sus mayores éxitos internacionales cuando se retiró de la política, y luego ya de muerto llegó a los más altos planos de la conciencia de la humanidad, demostrando que son equívocas las enseñanzas del Ego respecto a que la muerte es el final de toda esperanza.
La vida de Winston Churchill estuvo preñada de Ego; estaba convencido que era un elegido de la Providencia y por eso cortejó el peligro desde su niñez. Cultivó su pobre oratoria hasta convertirla en su principal arma política y jamás olvidó sus derrotas en ese campo dejando que germinara la semilla de la sed de triunfo sin olvidar el dolor que encontró en ellas y sin infundirle nada a su disminuido Ego.
En resumen, al agridulce Ego de Churchill se debe en buena parte el triunfo del mundo libre en contra del Eje Alemania - Italia – Japón, así como el patrimonio literario en obras como “Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial” y frases como la de ofrecer solo “Sangre, sudor y lágrimas” a sus compatriotas.
Fuente: Más Allá Del Ego, por D. Goleman, A. Maslow, R. Dass, F. Capra, C. Tart, K. Wilber, S. Grof, J. Kornfield y otros