La vi extraña, con una imagen diferente a la frescura natural de antaño. Huidiza, casi no hablamos durante el fortuito encuentro en el lobby de un edificio de consultorios médicos.
Su mirada estaba opaca y las comisuras de sus labios formaban una extraña figura geométrica que proyectaba todo menos espontaneidad.
Tardé un par de días para enterarme de su historia: llevaba un tratamiento anti cancerígeno a base de quimio terapia y el pelo no era suyo, traía una peluca para ocultar la calvicie que generan esos invasores medicamentos.
Y pensar que en la corte de Versalles usaban pelucas hombres y mujeres como lujo y signo de alcurnia.
De allí las pelucas se trasplantaron a Inglaterra en donde aún las usan para dar la impresión de que sus portadores representan a la ley o a lo más granado de la alta sociedad.
Afortunadamente se han vuelto más sencillas, pues las pelucas de antaño eran altas y en las mujeres hasta usaban complicadas armazones de alambre para sostener las diversas capas adornadas por plumas y flores.
La revolución francesa acabó con las pelucas de la alta aristocracia cortesana, sin embargo, en Inglaterra existen aún.
Cada vez en menos ceremonias, pero sobrevive la simbólica peluca.
Acá la revolución de la medicina anti cancerígena la está poniendo de moda, pues con una peluca, el enfermo intenta tapar el sufrimiento que le inflige la creciente enfermedad del siglo.