22/Nov/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana. Parte 19; la Capitulación

La población de la Ciudad de México era presa del caos. No podía creer lo que sus ojos veían, pues luego del 14 de septiembre de 1847 vivían en una especie de barco a la deriva, sin rumbo ni capitán. La reacción de los militares patriotas como Juan Álvarez, que estaba al frente de la caballería mexicana y Lombardini al mando de un numeroso contingente de infantería, fue solicitar una última oportunidad de atacar al ejército invasor, pero Santa Anna les ordenó quedarse en el pueblo de Guadalupe Hidalgo. 

 Pide capitular el Ayuntamiento de la Ciudad de México

En paralelo, una decisión soberana del Ayuntamiento de Ciudad de México fue pedir la capitulación para poder reclamar garantías para la población, pero el general Scott se negó a aceptarla, y Santa Anna acusó al Ayuntamiento de traición. 

 Se iza en Palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas

El ejército invasor ingresó al centro de la Ciudad de México por la calle de Tacuba. Al llegar al Palacio Nacional lo primero que hizo fue izar la bandera de Estados Unidos, desatando la ira popular e iniciándose la anarquía. Proliferaron los disturbios, robos a comercios y las agresiones públicas de civiles contra los marines en todos los rumbos de la Ciudad Capital. 

   

Y a contra orden de Santa Anna, el día 1 de septiembre de 1847 la caballería mexicana dirigida por Juan Álvarez salió de la Villa de Guadalupe Hidalgo rumbo al centro de la Ciudad, pero se encontró con la artillería norteamericana, barricadas y fosas que hicieron imposible su avance, por lo que mejor optó por retirarse.  

 Aplica la fuerza el general Scott contra algunos civiles

Al ver los desmanes, Scott ordenó aprehender y fusilar a algunos ciudadanos al azar, para que supieran quién mandaba en la Ciudad y desde luego, con la idea de aterrorizarlos, una táctica que aprendieron bien aquí y hasta la actualidad continúan practicando, como sucedió en el ataque de Ronald Reagan a Trípoli, Libia en 1986. 

 Renuncia Santa Anna a la presidencia, pero no deja el mando militar

El 16 de septiembre, en la Villa de Guadalupe Hidalgo, ante la plana mayor del Ejército Nacional, Santa Anna renunció a la Presidencia de la República. Se despidió del poder político al estilo de los tiranos, amenazando a las facciones -grupos políticos nacionales-, pero no contra el enemigo, y en un galimatías verbal consideró a la aplastante derrota con los norteamericanos como un victorioso crisol: 

   

“Las facciones no me disputarán ya el Poder que gustoso abandono; si me disputaran el campo de batalla, allí me encontrarán sereno y firme, consagrado como siempre á la más generosa y santa de las causas. ¿Qué importan las desgracias? El infortunio es el crisol de las naciones, y nunca es más grande la mexicana que cuando lucha con el destino para arrancarle la victoria, que Dios y la justicia le prometen.” 

 Es presidente Manuel de la Peña y Peña

Ante semejante situación se llamó al presidente de la Suprema Corte de Justicia, Manuel de la Peña y Peña quien, sin tomar protesta ante el Congreso, se hizo cargo del Poder Ejecutivo.  

 Ataca Santa Anna la Ciudad de Puebla

Pero Santa Anna continuó siendo Jefe Supremo de las Armas. Con esa autoridad se fue a Puebla a atacar las reservas que Taylor tenía en un campamento a las afueras de esa Ciudad. En sorpresiva maniobra, el 21 de septiembre entró a Puebla, y el día 25 exigió la rendición de Thomas Childs, gobernador militar designado por el general Scott, sin embargo, a la primera respuesta con una escaramuza, Santa Anna se retiró. 

 Traslada Peña el gobierno a Toluca

Por su parte, el implacable general Scott amagó con atacar la Villa de Guadalupe Hidalgo, provocando que el Gobierno de Peña y Peña se trasladara el 27 de septiembre a Toluca. Ese mismo día convocó a todos los gobernadores y a los diputados federales para se reunieran en la Ciudad de Querétaro a discutir el destino de la Nación. 

 Regresa el presidente depuesto Mariano Paredes y Arrillaga

A pesar de la incomunicación eficiente en la época, la noticia de la derrota de México llegó pronto a Europa y motivó al expresidente derrocado Mariano Paredes a regresar. Recordemos que a él le tocó en 1845 iniciar la Guerra contra Estados Unidos, y se dejó venir arribando a una barra cercana a Veracruz donde inmediatamente consiguió un pequeño ejército con el que se lanzó contra los americanos entre Puebla y Veracruz. 

 

Destituye el presidente Peña a Santa Anna del mando militar, pero no lo entrega

Con el nuevo fracaso de Santa Anna en Puebla, el presidente Manuel de la Peña el 7 de octubre de 1847 le retiró el mando militar, y nombró como nuevo Jefe de las Armas Nacionales a Manuel Rincón. Sin embargo, Santa Anna, que se encontraba en el valle de Tlaxcala se rehusó a entregar el poder. 

 ‘Invita’ el presidente Peña a Santa Anna y a De la Garza Evia

 a comparecer en un Consejo de Guerra

En el mismo acto del nombramiento de Rincón, se citó a Antonio López de Santa Anna, Mariano Arista, a un tal “Chepito Sepúlveda”, Francisco Mejía, y al gobernador de Nuevo León “de la Garza y Hevia” a comparecer ante un Consejo de Guerra para que respondieran cómo afectaron sus conductas al resultado de la desastrosa guerra.  

  Abro paréntesis para explicar que ese Consejo de Guerra nunca pudo formarse hasta que terminó el conflicto armado. En 1850 el Congreso de la Unión citó a media docena de implicados, pero sólo compareció Francisco Suárez Iriarte -ministro de justicia con Santa Anna, quien había comerciado con el invasor- defendiéndose con el argumento de que fueron actos militares, y el Congreso no tenía facultades para juzgarlo. Su argumento prosperó y se remitió el expediente al Ministerio de Guerra en donde terminó en el Archivo Muerto. 

   

Después, en enero de 1853, Juan Bautista Ceballos llegó a la presidencia y como preparativo al regreso de Santa Anna al poder, otorgó una amnistía a los implicados en traición a la patria, colaboración y otros delitos cometidos durante la invasión. Así fue como pudo Santa Anna volver a gobernar dictatorialmente con el título de “Su Alteza Serenísima” de abril de 1853 hasta agosto de 1855. Cierro paréntesis. 

 

Establece el presidente Peña el gobierno en Querétaro

El 13 de octubre de 1847 llegó a la Ciudad de Querétaro el presidente interino Manuel Peña y Peña, estableciendo allí el Poder Ejecutivo. Por su parte Santa Anna, emplazado a Consejo de Guerra, al fin entendió que era despreciado por el pueblo y repudiado por la mayoría del Ejército, así que en tales condiciones, entregó el 16 de octubre en Huamantla, el mando de su Ejército al general Isidro Reyes. 

 Toma el ejército norteamericano el puerto de Guaymas

Es de relatarse que, a pesar de tener secuestrado al país y tomada su Capital, el invasor no dejaba de tomar plazas estratégicas. El 20 de octubre de 1847 exigió al Puerto de Guaymas que se entregara, pero como las autoridades no lo hicieron, sus naves Congress y Portsmounth atacaron la plaza y aunque los vecinos se defendieron pronto la ocupó con sus tropas. 

 Ordena Scott azotar a los civiles en la Ciudad de México

En Ciudad de México continuaba la resistencia de los vecinos y de algunos soldados desertados que, desde las azoteas, disparaban a los norteamericanos o que los emboscaban en los callejones. Las mujeres escupían a los soldados, hasta que el 8 de noviembre de 1847, el general Scott ordenó que se azotaran públicamente a los civiles y fusilaran a los militares que atacaran a sus hombres. 

 Nombra el Congreso presidente a Pedro M. Anaya; se definen los negociadores

En Querétaro se reunió el Congreso y el 11 de noviembre de 1847 nombró presidente al general Pedro María Anaya. Su periodo era sólo para cubrir el resto del cuatrienio que correspondía a López de Santa Anna, es decir, al 8 de enero de 1848. Sin embargo, el 22 de noviembre el ministro de Relaciones Interiores y Exteriores Luis de la Rosa informó al Comisionado norteamericano, Nicholas Trist, que Bernardo Couto, Miguel Atristain y Luis Gonzaga, negociarían los términos del tratado de paz. 

 Se cancelan las elecciones de 1847

Pero la vida constitucional del país debía continuar y para el 1 de diciembre de 1847 se acercaba el proceso de elección de los poderes federales y algunos locales, como el  Ayuntamiento de Ciudad de México. Sin embargo, la ocupación hacía imposible celebrar comicios, por lo que el 1 de diciembre de 1848 el Cabildo de la Ciudad de México anunció que no habría elecciones. 

   

En consecuencia tres días después, el 4 de diciembre, el Gobierno federal prohibió y declaró inválidas las elecciones que se realizaran en lugares ocupados por el ejército norteamericano, como era el caso de Nuevo León, por ejemplo. 

   

Pero el insaciable general Scott declaró el 15 de diciembre de 1847, que el país seguiría ocupado por el ejército norteamericano, hasta la firma de un tratado. Y prohibió el pago de impuestos y contribuciones a  las autoridades mexicanas, dictando una tabla de contribuciones que deberían ser pagadas al ejército de ocupación. 

 

Llegan a México más tropas norteamericanas

Y por si fuera poco el avasallamiento, Scott recibió refuerzos el 17 y el 19 de diciembre, temiéndose que habría una ocupación total del territorio. A la Ciudad de México entraron las divisiones de Butler y Johnston, conformadas por 4 mil y mil 300 voluntarios respectivamente. En total Estados Unidos tenía en México 43 mil efectivos, 24 mil 500 en las plazas de México, Veracruz, Puebla, Jalapa y los puntos intermedios de San Juan, el Puente, Perote y Río Frío; el resto en distintos puntos del país. 

 Exige Scott dinero a México

Ya con su espíritu colonizador inflamado, Scott exigió el 31 de diciembre de 1847, una contribución a la Capital del país y al Estado de México de 668 mil pesos, debido posiblemente, a que con el crecimiento del tamaño de sus tropas ahora tenía más necesidades y de Washington no le enviaban recursos suficientes. 

 ‘Fabrican’ la fiebre del Oro

En Estados Unidos había un optimismo rampante al saberse propietarios de California, pues las agradables noticias de los descubrimientos de yacimientos de Oro en esas tierras, despertaron ambiciones en todos los estratos de la población. Si la corona española y después el Imperio mexicano sólo explotaban las grasas de ballenas, y pieles de animales en las Californias, Estados Unidos organizó compañías mineras para explotar el Oro californiano y envió a cientos de gambusinos creando la leyenda llamada “fiebre de oro” que de inmediato pobló la ex provincia de California.  

   

Regresando a lo nuestro, los comisionados mexicanos se entrevistaron el 2 de enero de 1848, con Nicholas Trist para acordar los términos de la paz entre México y Estados Unidos. Las reuniones fueron diarias y secretas; Trist insistía en la extensión de los límites de Estados Unidos hasta Nuevo México y la Alta California, a cambio de una indemnización que no excediera de los 20 millones de pesos. 

 Regresa Peña y Peña a la presidencia

El 8 de enero terminó el periodo para el que fue designado el presidente Pedro María Anaya, y como no hubo posibilidad de celebrar elecciones regresó el presidente de la Suprema Corte de justicia, Manuel de la Peña y Peña. 

   

Lanza potosino un plan desconociendo la paz con Estados Unidos

Claro que no todos aceptaron el sometimiento. El 12 de enero, un líder indígena de la Sierra Gorda llamado Eusebio Quiroz, lanzó en San Luis Potosí un plan que desconocía al gobierno nacional instalado en Querétaro y proponía continuar la guerra. El general Mariano Arista, ministro de guerra, controló rápidamente ese movimiento. 

 Impide el gobernador Benito Juárez que Santa Anna entre a Oaxaca

Después de su incursión a Puebla, Antonio López de Santa Anna era perseguido por una fuerza norteamericana y, con un salvoconducto militar, el 23 de enero escapó por Tehuacán. Intentaba refugiarse en Oaxaca, pero el gobernador Benito Juárez, que no podía verlo porque estaba convencido de sus traiciones, le negó la entrada al estado. 

 

El banquete del Desierto de los Leones

Un incidente que causó revuelo fue que, el 29 de enero de 1848, un grupo de liberales que consideraba que la invasión traería orden a la República, ofrecieron un banquete a los invasores en el bosque del Desierto de los leones. Entre esos liberales estaban Francisco Suárez Iriarte y Miguel Lerdo de Tejada quienes, con este evento, terminaron sus carreras políticas. 

 

 

Entregan los negociadores mexicanos más territorio nórdico

En las negociaciones, Trist lanzaba ofertas económicas, dando por hecho que el territorio no les importaba a Couto, Atristáin y Luis Gonzaga. Estos negociadores estaban dispuestos a entregar hasta una línea recta al oeste del paralelo 32, es decir, del Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez) con lo que se perdería la parte norte de Chihuahua, más de Sonora -que perdió toda la Arizona- y el Puente de Tierra que une Baja California con el resto del país.

 Se apersona el presidente Peña en las negociaciones y revierte la entrega

Cuando Peña y Peña se enteró del estado de las negociaciones, fue personalmente a una sesión y le espetó a Trist que no estaba de acuerdo con el despojo pero que las armas se habían impuesto sobre la razón, e hizo la propuesta de que la línea fuera de Santa Fe de Nuevo México a San Francisco, California, pero Trist le hizo notar que era tarde para esa propuesta, qué hubiera funcionado antes de la guerra. 

   

Peña y Peña en un nuevo intento de defender alguna porción nacional le hizo ver que no permitiría que se mutilara al estado de Chihuahua, y que de Sonora solo se entregaría el distrito de Arizona, quedado el de la Mesilla en poder de México y que el Istmo de Tehuantepec no entraría en la negociación. Finalmente el trato quedó como Peña y Peña lo negoció. 

 

 

Se debe reconocer que el presidente De la Peña y Peña consiguió que se conservara el Puente de tierra que une Sonora y Baja California en lo que son los actuales municipios de San Luis Río Colorado, en Sonora; Playas de Rosarito, Tijuana, Tecate y norte de Mexicali en Baja California. De no haberlo conseguido, la península de Baja Sur hubiera quedado incomunicada por tierra de la República Mexicana.

 Se firma el ignominioso Tratado de Guadalupe Hidalgo

Así, el 2 de febrero, en la Villa de Guadalupe Hidalgo, se firmó el tratado que terminaba la invasión de Estados Unidos a México, entregándose a cambio los estados de: Texas, Nuevo México y California, el norte de Sonora, de Tamaulipas y de Coahuila. La indemnización se fijó en 15 millones de pesos. Ya en lo personal Nicholas Trist siempre reconoció que la firma del tratado fue un acto de injusticia contra México. 

 Se firma el armisticio

Los generales Ignacio Mora y Villamil (santannistas) y Benito Quijano (conservador) fueron nombrados para organizar el fin de las hostilidades con las tropas norteamericanas, representadas por los generales Worth y Smith. El 29 de febrero se firmó el Armisticio entre los ejércitos de México y Estados Unidos, cesando las hostilidades en toda la República, aunque continuaron en el Norte, en Puebla, en Tlaxcala y el Occidente, algunas guerrillas contra el ejército norteamericano. 

 Sale Santa Anna con rumbo al Caribe

Rápidamente, para el 10 marzo, el Senado norteamericano aprobó y ratificó el Tratado de Paz con México. Y el 9 de abril, Santa Anna se embarcó en Veracruz, pasando dos años en Jamaica y después estableció su residencia en Turbaco, Colombia, donde permaneció hasta principios de 1853. 

 Batallan para que el Congreso ratifique el Tratado Guadalupe Hidalgo

El 7 de mayo, el Congreso se reunió en Querétaro para la revisión del Tratado Guadalupe Hidalgo y el proceso de elección presidencial. Para el día 24, el Congreso mexicano aprobó y ratificó el Tratado de Paz con Estados Unidos, aunque entre los legisladores había un grupo que pedía la guerra hasta que “se derramara la última gota de sangre mexicana”. Sin embargo, los partidarios de la Paz ganaron con 51 votos a favor y por la guerra votaron 35 diputados. 

 

Los diputados Ignacio Muñoz Campuzano, Gerónimo Elizondo, Eugenio María de Aguirre, Manuel Doblado, Vicente Rodríguez, José María del Río, Ponciano Arriaga, José María Mateos, Anastacio Cañedo y Ignacio P. Villanueva recurrieron a la Suprema Corte de Justicia para que revisara la validez del tratado Guadalupe Hidalgo. Y La Corte determina que ya era un hecho consumado y no podía revertirlo. 

   Desocupa Estados Unidos el territorio mexicano (el que quedó)

El 30 de mayo, se llevó a cabo el canje de ratificaciones del Tratado Guadalupe Hidalgo. Y a partir de esa fecha hasta el 2 de julio, se realizó el embarque de tropas norteamericanas, entre ellas las que tenían ocupado Monterrey, que salieron el 18 de junio, aunque algunos desertores rezagados siguieron pasando por la Ciudad hasta agosto de 1848. 

 Se rebelan Mariano Paredes y el padre Celedonio Domeco de Jarauta

Entre los inconformes con este infausto final destacaron Mariano Paredes y Arrrillaga, y el sacerdote Celedonio Domeco de Jarauta, que formalizaron su guerrilla con un Plan de Lagos de Moreno, Jalisco, intentando continuar la guerra contra Estados Unidos e intentar la recuperación de los territorios entregados.  

 

Entra José Joaquín de Herrera a la presidencia

El 3 de junio, el general José Joaquín de Herrera asumió la Presidencia interina de la República. Y una vez concluido el retiro de tropas norteamericanas de la Ciudad de México, se reinstaló el Gobierno en la Ciudad de México el 12 de junio. 

 Se iza la bandera nacional

El 12 de junio, las tropas norteamericanas desocuparon Palacio Nacional, y las mexicanas tomaron posesión del edificio e izaron la bandera mexicana. El acto fue saludado con salvas de artillería. La división de Worth abandonó la ciudad y el presidente Herrera entró acompañado de su gabinete. 

 Derrotan Miñón y Bustamante a Paredes y al padre Jarauta, a quien fusilan

Pero no todo se serenó, pues el 16 de junio, los generales José Vicente Miñón y Anastacio Bustamante hubieron de trasladarse a Guanajuato para sofocar el levantamiento de Paredes. Las tropas de Bustamante atacaron el cerro del Cuarto, además de San Miguel, el Cerro Tajado y Gritería donde estaba la gente del padre Jarauta y Paredes. El padre Jarauta cayó prisionero y fue fusilado, mientras Paredes alcanzó a huir. Pero al día siguiente, Bustamante tomó la ciudad de Guanajuato y localizó a Paredes, quien fue detenido y condenado a muerte. Mientras esperaba su ejecución estuvo recluido en un convento de la Ciudad de México, muriendo ahí el 7 de septiembre de 1849. 

 Nada detiene el proceso de ‘compra’ de los territorios nórdicos de México

El 30 de junio de 1848 Mariano Riva Palacio, ministro de Hacienda, informó que la deuda exterior ascendía a 56 millones 329 mil 75 pesos; y la deuda interior se integra de dos partes: la contraída antes de la Independencia, por un monto de 39 millones 606 mil 695 pesos, y la convenida después por 47 millones 907 mil 791 pesos. La deuda pública en total suma 143 millones 843 mil 561 pesos, lo que demostraba que la indemnización de 15 millones de pesos era insignificante. 

   

Pero el golpe ya estaba dado, así que el proceso continuó el 30 de julio de 1848, que la plaza de Veracruz y el castillo de San Juan de Ulúa fueron devueltos por el ejército norteamericano. Algo había que hacer para levantar el ánimo a la población y se comenzó por realizar en el Valle de México un evento de honras fúnebres a los soldados muertos el 17 de septiembre, durante la guerra de 1847. 

 Quiere Estados Unidos a destiempo, el territorio de La Mesilla

El 10 de octubre de 1949 con base en el Tratado Guadalupe Hidalgo, iniciaron los trabajos de la comisión bilateral para el marcar la nueva frontera entre México y Estados Unidos. Entonces fue cuando Estados Unidos se dio cuenta que requería del valle de La Mesilla para construir la ruta  del ferrocarril transcontinental. Esto da pie a una serie de reclamaciones e intentos de modificar el tratado Guadalupe Hidalgo por parte del Gobierno norteamericano, pero eso no lo consiguieron… en esa ocasión. Continuará… 

  

FUENTES 

   

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.          

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.          

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.         

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, Editorial Porrúa, 2014         

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.          

José María Roa Bárcena, Recuerdos de la Invasión Norteamericana 1846-1848: por un joven de entonces, Versión electrónica Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra.      

N. C. Brooks, A complete history of the Mexican War, Nathan Covington, 1851   

http://www.acadmexhistoria.org.mx/pdfs/publicaciones/MemoriasParaLectura/TomoVI_3Prote.pdf