El temor a lo desconocido es innato en el hombre, pues lo heredamos de nuestros ancestros, quienes por miles y miles de años fueron cazadores y recolectores: Les era temible entrar en una región diferente a la cual estaban acostumbrados, por la sencilla razón que ignoraban si allí iban a poder mantener y proteger a su familia y a su grupo. Sin embargo, tal era la presión que ejercían unas tribus sobre otras, en las inacabables peleas por el control de territorios, que siempre había algunos que terminaban internándose en lo desconocido: Así es como fueron avanzando desde algún lugar de ífrica hará unos 60,000 años, hasta ocupar todas las tierras de este Planeta.
Algo parecido nos está ocurriendo a toda la humanidad, aunque ahora la entrada en lo desconocido es a través del tiempo, no del especio: Los avances científico-tecnológicos, el aumento exponencial de nuestras poblaciones y el deterioro que el consumismo, producto de esos dos fenómenos, ejerce sobre nuestro medio ambiente planetario, nos impelen a entrar, en el tiempo, en un mundo desconocido, lo cual nos desorienta y nos llena de vagos temores. De todos los casos de cambios traumáticos que ocurren en el mundo (por ejemplo en ífrica, en China, en la India y en Rusia), veremos sólo los que ocurren tanto en nuestro propio País como en el de nuestros Vecinos del Norte.
Empezando por los EUA, la actual campaña presidencial ha dejado muy en claro que aproximadamente un tercio de su población, quienes tienen los menores ingresos y cuya educación es deficiente, se han polarizado en extremo: Antes eran quienes más fuerte empujaban hacia arriba, ya que tenían todos los derechos y una fuere motivación para hacerlo, trabajando más duro que los demás. Esta situación ha cambiado radicalmente, pues han sido tantos los avances de la tecnología que ahora ésta favorece a quienes mejor la dominan o a quienes la saben encauzar hacia negocios de alcance masivo, como Apple, Google o Amazon, que han sido tan eficientes y a una escala tan enorme que han hecho quebrar a miles de empresas pequeñas o medianas, las cuáles, claro, dejaron sin ocupación a millones de gentes.
Todo esto causa una gran desazón y frustración en ese tercio menos favorecido de la población, que no por ser sorda y mal entendida es menos fuerte, así que demagogos con buenas "antenas" políticas, como ha demostrado tenerlas Donald Trump, dirigen esos temores hacia causas falsas y engañosas, apelando a los fuertes instintos grupales, fáciles de dirigir hacia "los otros", en este caso contra mexicanos y musulmanes.
Aquí en México nuestro fantasma es "la ingobernabilidad": Nos dejó un trauma tan hondo lo que ocurrió en el más de medio siglo transcurrido de 1810 a 1867: Guerras fratricidas interminables e invasiones extranjeras , que la mayoría del pueblo llegó a conclusiones parecidas a los pueblos de Rusia o de China: No hay cosa peor que gobiernos "débiles", así que vengan Porfiriatos y si hay que sustituirlo, que sea con un autoritarismo más "popular", como el del PRI. Ahora estamos en un período de desazón y frustración por dos fenómenos que tienen más o menos el mismo tiempo que nuestra incipiente democracia: a) Un crecimiento económico apenas igual al demográfico, pero una desigualdad creciente, por lo que lo resienten más "los de abajo"; b) Una aparentemente insalvable corruptibilidad de la clase política gobernante, pues Partidos basados en principios, como el derechista PAN y el izquierdista PRD, pronto se tuvieron que "ensuciar las manos" y desviar fondos para "comprar" los votos "clientelares", por lo que los ciudadanos se quedaron sin verdaderos representantes que los defiendan y vayan avanzando en el nivel gubernamental.
Así que nos es muy necesario estudiar y conocer bien estos grandes pero difíciles problemas, para evitar que mucha gente se vaya a buscar "soluciones" que parecen atractivas pero que son falsas y peligrosas.
Atte.- JVG.- 16-03-16