Noviembre 19 de 1659: muere en la hoguera inquisitoria instalada en la plaza mayor de la ciudad de México, junto a 28 reos más, el irlandés Guillén de Lampart, en un acto crudo presidido por el virrey, duque de Albuquerque. Lampart destacaba de entre los demás condenados por la Inquisición, por haber estado 17 años en la cárcel acusado de querer obtener la independencia de México, y para eliminarlo, se le acusó también de embustero consumado, conspirador, loco y con puntas de hereje, delito este último que sí merecía ser quemado vivo según la Inquisición del famoso Torquemada.
Se trataba de un personaje famoso, estrambótico caballero irlandés de oficio aventurero cuyos dichos y hechos eran memorables, sobre todo sus fugas de cárceles secretas que la gente comentaba. Entre los otros condenados estaban 23 hombres y 6 mujeres: doce blasfemos, dos bígamos, un falsario, un testigo falso, uno por avisos de cárceles, otro por no cumplir su penitencia, una mujer acusada de judaísmo, otra de hechicera, dos sospechosos de pertenecer a la secta de los herejes alumbrados, dice Joaquín García Icazbalceta, en su libro Biografías. Estudios. Este acto salvaje marca el inicio del fin de la Inquisición, hasta que desaparece antes de la primera mitad del siglo XIX, institución creada por los Reyes católicos que se convirtió en pesada culpa que históricamente ha cargado tanto la Iglesia, como España.