El cuento inicial de que la masacre de Orlando fue obra del Estado Islámico se desintegra rápidamente, en la medida en que aparecen más pruebas que muestran a la misma combinación de fuerzas que llevaron a cabo los ataques del 11-S del 2001, o sea, los británicos, los saudíes y el FBI.
El asesino de Orlando, Omar Mateen, fue por mucho tiempo empleado de una de las agencias de seguridad privadas de la corona británica más grandes del mundo –-y de las más sucias también— G4S, con 620,000 empleados en más de 100 países del mundo. La G4S es la tercera corporación privada más grande del mundo, y es una parte fundamental del "imperio invisible" de la monarquía británica, de mercenarios privados, asesinos y operativos clandestinos. En Estados Unidos, G4S tiene los contratos de seguridad para el 90% de las plantas de energía nuclear en Estados Unidos, es un importante contratista del Departamento de Seguridad Interna, e incluso tuvo a su cargo la seguridad de los pozos petroleros de la British Petroleum en el Golfo de México, lugar donde trabajó Omar Mateen por varios años.
A pesar del hecho de que varios colegas de Mateen exigieron a sus empleadores que despidieran a Mateen, debido a su comportamiento psicótico y violento, la empresa lo mantuvo e incluso hizo los trámites para que pudiera portar armas ocultas.
Mateen hizo dos viajes a Arabia Saudita, en 2011 y en 2012, y se hospedó en hoteles cuatro estrellas y en otros sitios caros. No se conoce que es lo que hacía allá, aunque ambos viajes ocurrieron mientras que era empleado de G4S.