Noviembre 28 de 1815: José María Morelos, preso desde el pasado 5 de noviembre, es trasladado de la Inquisición a la Ciudadela, en la ciudad de México. El Siervo de la nación había continuado la guerra de independencia iniciada por su maestro Miguel Hidalgo, y llevado las cosas a un nivel tal, que el virreinato estuvo a punto de caer.
El 10 de julio, la Inquisición estaba desesperada y publicó un edicto donde declara excomulgados a quienes posean la Constitución de Apatzingán, a quienes no denuncien estos papeles y a quienes propaguen la insurrección. Bastante más nerviosos anduvieron por esos días los realistas cuando supieron que Morelos había escrito desde Puruarán al presidente norteamericano James Madison, para que reconociera la independencia de México y nombra a José Manuel de Herrera como ministro plenipotenciario. Sin embargo, Madison prohíbe el 1º de septiembre que en Estados Unidos se hagan alistamientos y compras para ayudar a los insurgentes. Así, el 28 de septiembre, sale el Congreso de Uruapan, custodiado por Morelos, rumbo a Tehuacán.
La insurgencia iba avanzando bien, hasta que el 5 de noviembre Morelos llevaba al Congreso de Temalaca a Pilcaya, pero son atacados por Manuel de la Concha, y al ser sorprendido, Matías Carrasco prende a Morelos y lo lleva a Atenango del Río. Comienza el calvario de Morelos cuando es llevado a la Inquisición el 22 de noviembre, y a pesar de que el defensor José María Quilés propone el canje de la libertad de Morelos a cambio de su ayuda para sofocar a la insurgencia, inicia un proceso degradante tanto para Morelos como para la insurgencia pues las torturas hacen que el héroe nacional dé informes que ponen en peligro el objetivo de independizar a nuestro país. A pesar de su conducta y cooperación con sus enemigos, Morelos termina siendo fusilado el 22 de diciembre y sepultado en la parroquia de Ecatepec.