12/May/2024
Editoriales

Los Hospitales de Monterrey. Tercera parte

 

En la segunda parte de esta serie apuntamos que dos médicos particulares -De la Garza y Cunninham- se negaron a atender el llamado de auxilio del gobierno durante una epidemia de cólera que apareció en 1833. Y advertimos que de esa fecha en adelante, durante el siguiente medio siglo la medicina en Monterrey giraría alrededor de uno de los más grandes hijos adoptivos del estado: José Eleuterio González Mendoza, nacido en Guadalajara, Nueva España, el 20 de febrero de 1813. 

 

Por ser criollo -hijo de españoles-, José Eleuterio González “Gonzalitos”, nació cerca de la cúspide de la pirámide social novohispana, recibiendo educación de alto nivel. Sus primeros grados los realizó, como todos, en la escuela parroquial, de ahí pasó – a los 17 años de edad- al Instituto Literario (antes Seminario), y luego se matriculó en la Escuela de Medicina de la Universidad de Guadalajara. 

 

Desde aquel tiempo la carrera de medicina requería, además de la parte teórica, la clínica, que permitía obtener el grado de practicante. Este último tramo de su  formación lo inició en el Hospital de San Juan de Dios -antes Hospital de la Santa Veracruz- en Guadalajara, que era administrado por los monjes juaninos. 

 

Un fraile juanino regiomontano acerca a Gonzalitos a nuestra Ciudad

Ya hemos estudiado a estos monjes aquí en Monterrey; una orden dedicada a la atención de enfermos. El caso es que los juaninos eran en aquel momento más populares en Guadalajara que en nuestra Ciudad, así que a Gonzalitos le correspondió atender en su tierra al fraile juanino Gabriel María Jiménez, un regiomontano enfermo de tuberculosis. 

 

Esto propició que fray Gabriel y Gonzalitos se hicieran amigos y, cuando el clérigo fue trasladado a San Luis Potosí, Gonzalitos le acompañó antes de cumplir 18 años de edad. Así el joven inició sus labores en el “Hospital Nacional, en la plaza de Segundo Practicante y Primer Ayudante Quirúrgico que devengaba un sueldo de $5.00 a la semana”.  

 

La amistad entrambos personajes siguió creciendo, y fray Gabriel invitó a Gonzalitos a pasar la Navidad de 1830 con su familia en Monterrey, alojándose en el templo jesuita de San Francisco Xavier. La permanencia de Gonzalitos en la Ciudad duró hasta después del día de la candelaria de 1831, que se celebra los primeros días de febrero, y con una buena impresión de Monterrey se regresó al Hospital Nacional de S. L. P. 

 

Fray Gabriel y el joven José Eleuterio pasaron los siguientes dos años en San Luis Potosí, pero la salud del fraile seguía menguando por lo que fue enviado con su familia a Monterrey. Gonzalitos se vino de buena gana a acompañar a su amigo en noviembre de 1833, para quedarse aquí el resto de su vida. 

 

Cuando llegó a la Ciudad, Gonzalitos traía bajo el brazo el Certificado firmado por el director del Hospital Nacional de San Luis Potosí, médico Pablo Quadriello, quien además era el jefe del Servicio de Cirugía General. En ese documento, don Pablo “Certifica y jura que el ciudadano Eleuterio González practicó Cirugía diez y siete meses… en este Hospital." 

 

Esto le permitió al joven practicante tocar puertas en el Hospital Real de los Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, institución que era sostenida por el Obispado de Monterrey. En aquel momento, el nosocomio contaba a duras penas con "tres salas clínicas (nombre primitivo de los quirófanos) y doce camas", una capilla, cocina y patios. 

 

Pero el destino le deparaba grandes retos a Gonzalitos, pues el vicepresidente de la República, el también tapatío Valentín Gómez Farías, acababa de tomar el poder ese mismo año de 1833 gracias a una de las recurrentes ausencias del presidente Antonio López de Santa Anna. Gómez Farías no perdió tiempo; hizo la primera Reforma Religiosa que eliminaba los votos perpetuos, la obligatoriedad del diezmo, y otorgaba la libertad de Cultos, aboliendo los fueros militar y religioso.

 

Nuestro estado tenía un gobernador liberal, el también practicante Manuel María de Llano quien, ipso facto, implementó lo decretado por Gómez Farías. Si esto ya era un reto para Gonzalitos, se complicó más debido a que en ese año una epidemia de Cólera recorría el país. Claro que los opositores de la reforma (el Clero, conservadores y militares) achacaron la tragedia a un castigo divino, pero los científicos -entre ellos Gonzalitos- culparon a la insalubridad de las aguas.

 

Cómo se incorpora Gonzalitos al Hospital de Pobres de Monterrey

Esta emergencia sanitaria, y la negativa de los médicos mencionados a prestar servicio social, permitieron que el practicante Gonzalitos entrara al quite en el Hospital de los Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario para atender a los enfermos de cólera. 

 

En la escena nacional, Santa Anna, apoyado por el ejército, tumbó a Gómez Farías con la llamada revolución de “Religión y Fueros” y Manuel María de Llano cayó de inmediato. Con semejante golpe de timón se deshicieron las reformas y se preparó el siguiente garrotazo contra la federación para implantar un sistema centralista.  

 

Manuel María de Llano, que gobernó del 25 de febrero de 1833 al 1° de agosto de 1834, había nombrado a Gonzalitos el 1 de mayo de 1834 director interino del Hospital de los Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario. Y a pesar de que se había identificado desde el principio con el bando liberal norestense, los gobiernos centralistas respetaron su nombramiento de director interino hasta 1853.  

 

Azotan varias epidemias a los regiomontanos

Por lo tanto, hubo de lidiar con las epidemias de cólera grande en 1849 (epidemia regional en Texas, Tamaulipas y NL -cólera morbus transmitida por aguas sucias y heces fecales-), y la fiebre palúdica en 1836, 1844, y 1853, tiempos en que el Hospital funcionaba como lazareto. En los días 21 al 23 de septiembre de 1846 se celebró la Batalla de Monterrey entre el ejército mexicano y el invasor norteamericano, sirviendo como hospital de sangre para heridos de ambos bandos. Una vez que se atendió a los heridos, Gonzalitos se mudó a Cadereyta lejos del gobierno norteamericano en Monterrey. 

 

Desde 1835 Gonzalitos utilizaba el hospital como escuela de farmacéutica. En 1842 inició unos cursos de medicina, y en 1853 cursos de obstetricia para hombres y mujeres. Esa fue una de las primeras instituciones a nivel nacional que permitieron a las mujeres accesar a la educación superior. 

 

Cierra el Hospital de Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario

Sin embargo, también en 1853 cerró las puertas el Hospital de los Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario. La dictadura de Santa Anna destinó todos los recursos al ejército y a la pompa del dictador, y adicionalmente, el Clero ya estaba contra Santa Anna cerrando muchas obras pías por todo el país. 

 

Al cerrarse el Hospital de los Pobres de Nuestra Señora la Virgen del Rosario, la Ciudad volvió a quedarse sin nosocomio. Esto era particularmente serio porque la vida política se complicaba cada vez más con la Revolución de Ayutla entre 1853 y 1855; la Guerra de Reforma de 1857 a 1860, y la Invasión Francesa de 1862 a 1867. 

 

Se inaugura el Hospital Civil

En el Colegio Civil -creado en 1857- que funcionaba en la Casona del Arzobispado, sita en las calles de Morelos y Zaragoza, se dieron cátedras de medicina. Pero los enfermos eran tratados en casa; situación que perduró hasta que con el impulso de Gonzalitos y el apoyo del gobernador Santiago Vidaurri, el 2 de mayo de 1860, se inauguró el Hospital Civil, un nosocomio que no era religioso ni militar, que servía también para que los estudiantes de medicina del Colegio Civil hicieran sus prácticas. 

 

Este Hospital Civil daba frente a la calle 15 de mayo en la esquina de la actual calle Cuauhtémoc, que entonces era el límite de la ciudad y que, en consecuencia, tomó por nombre calle del Hospital. En sus modernas instalaciones había 14 camas, 2 salas de cirugía, un amplio jardín, cocina, y comedor. 

 

Sin embargo, el Imperio de Maximiliano cerró todas las instituciones de enseñanza superior, para que fueran sustituidas por “Colegios Imperiales”, pero el tiempo que estuvieron en el poder no se los permitió, por lo que el 15 de octubre de 1866, antes de caer Maximiliano, el Hospital Civil reabrió sus puertas. 

 

Tres décadas después, en 1896, cuando el porfiriato se había asentado y las leyes de reforma suavizado en materia religiosa, el arzobispo Leopoldo Ruiz nombró a los padres josefinos del Templo de San José, capellanes del Hospital Civil. 

 

Conforme pasó el tiempo y la ciencia avanzaba, los procedimientos médicos del Hospital Civil de Monterrey también lo hacían. Se aumentaba el número de salas de cirugía y las camas, y durante el porfiriato se logró intercambios con prominentes universidades europeas. El Hospital Civil funcionó hasta la segunda década del Siglo XX. 

 

El Hospital San Vicente, pionero en el servicio hospitalario particular.

 

Empezando el siglo XX la sociedad regiomontana ya estaba socialmente estratificada en: industriales, clase alta, clase media y la clase trabajadora. Aunque el Hospital Civil daba atención al más alto nivel científico, crecía el deseo y la capacidad económica de algunos enfermos de clase alta que solicitaban atención con ciertos lujos. 

 

En 1902 se inauguró el Hospital San Vicente, que era operado por un Patronato y la Congregación de las Hermanas josefinas que, además de hacer beneficencia social atendiendo a cualquier persona sin gran costo, también ofrecía habitaciones privadas al estilo Estados Unidos para la clase media y alta. Con la recaudación -que era moderada- se pagaba la atención a las personas con menos recursos económicos. 

 

El Hospital San Vicente continúa en su dirección original, en las calles de Ruperto Martínez y Porfirio Díaz. Sigue siendo uno de los hospitales más reconocidos de la ciudad con precios accesibles, y su equipamiento médico e instrumental es bueno. 

 

En 1945 el Hospital San Vicente se inscribió bajo la forma fiscal de Institución de Beneficencia Privada y, tres décadas después -en 1975-, se inició la construcción del actual edificio que cuenta con áreas para laboratorios, radio imagen, cirugía, urgencias, hospitalización y de consultorios médicos. 

Continuará…

 

 

FUENTES 

 

Eduardo Aguirre Pequeño, Datos para la Historia de la Escuela de Medicina de Monterrey. 

Hernán Salinas Cantú, Semblanza del Dr. José Eleuterio González, Fundador del Hospital Civil y la Escuela de Medicina de Monterrey. 

Aureliano Tapia Méndez, A José Eleuterio González, Benemérito de Nuevo León, 3ª Edición. 

Santiago Roel, Apuntes históricos