Así como nuestro país debe aspirar a tener soberanía alimentaria, es decir, a producir la mayor parte o toda, de lo que consumimos en alimentos; o la soberanía energética produciendo las gasolinas y otros derivados del petróleo para no tener que importarlos, debemos de producir nuestras propias vacunas. Hasta antes de 1999 la teníamos. El Instituto de Virología que entonces existía, producía todas las vacunas necesarias y además otra tanto para exportación. Digamos que éramos una potencia exportadora de vacunas hasta entonces. Perdimos la soberanía en vacunas de la misma forma que las de alimentos y energética. El gobierno de ese momento, y los que lo siguieron hasta antes del 2018, lanzaron la idea de que había que privatizar esa área y volverla un negocio. Para ello crearon Birmex S.A., el organismo paraestatal que debería entrar al negocio de las vacunas y decidir cuándo era mejor comprar fuera determinada vacuna antes que producirla en México. Al final, Birmex S.A. terminó comprando el 90% de las vacunas y sólo produciendo 3. En este momento, vamos a pagar, según las cifras reportadas por el presidente AMLO, 32 mil millones de pesos por 140 millones de vacunas (dentro de una total de 224 millones que hemos contratado con Pfizer, Astra Zeneca, CanSino Biologic, Sputnik, etc). Con esos recursos bien podríamos haber reconstruido los institutos dedicados a la producción de vacunas y volver a tener soberanía en ese rubro. Sin embargo, la pandemia Covid nos obliga a invertir esas cantidades en comprarlas en otros países y además tenemos que hacerlo con urgencia para tratar de evitar miles o millones de muertes. Sin embargo, hay esperanzas y ya la UNAM, el IPN, el Simestav, el propio Tec de Monterrey, el IMSS y otras instituciones, trabajan a marchas forzadas en una vacuna anti Covid mexicana a la que se le llamar; Patria. Un buen comienzo para recuperar lo perdido.
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