A unos metros del Hospital Regional del IMSS y del antiguo Hospital González, se ubica un hermoso Templo dedicado a San José. Desde mediados del siglo XIX , con frente a la actual calle de 15 de Mayo, al poniente de la actual avenida Pino Suárez se levantó en un yermo junto a algunas labores, una pequeña Ermita dedicada a San José. De ella tenemos noticia gracias a un sermón pronunciado por el padre Manuel Miramontes el 19 de mayo de 1898, transcrito en el boletín Propagador de la Fe, de los Padres Misioneros: “… la pobre Ermita levantada al mediar del siglo actual…”
¿Quién fue San José?
San José es un personaje muy popular en el mundo, aunque poco se sepa de él. Aquí en México se decía antiguamente que todas las mujeres deberían llamarse María y los hombres José. Pero nada se sabe de su palabra, sólo de sus obras, actos de fe, amor y de protección como padre y esposo. Santo Tomás y San Justino aseguran que fue un santo desde antes de los desposorios, pues era un “elegido de Dios”. Para la Biblia es un hombre justo, casto, honesto, humilde, y de oficio carpintero.
Al principio de los evangelios de Mateo y de Lucas, que son las únicas fuentes seguras por ser parte de la Revelación, viene muy poco de su vida. En Mateo 1:16 a San José le dicen hijo de Jacob; y en Lucas 3:23 que su padre fue Heli. Probablemente nació en Belén, la ciudad de David de quien era descendiente, aunque al comienzo de la historia de los Evangelios -poco antes de la Anunciación- José vivía en Nazaret. Para Mateo 13:55, y Marcos 6:3, José era un "tekton" o carpintero. Justino lo confirma (Dial. cum Tryph., lxxxviii, en P. G., VI, 688), y la tradición ha aceptado dicha interpretación.
De su relación con María hay dos versiones: La primera es que en aquel tiempo los hombres casaban jóvenes, y José tendría entre 18 y 22 años de edad cuando desposó a María. La Concepción del Niño-Dios ocurriría antes del matrimonio y José, obedeciendo a Dios, casó con María ya embarazada. Otra versión es que José era viudo y de edad avanzada casándose con María en matrimonio casto y posteriormente fue concebido Jesús. San José murió en un momento indefinido de la vida de Jesús, y es patrono de los padres, los obreros, el trabajo y los carpinteros.
José María Vilaseca, el gran impulsor de San José
Regresando al Templo de San José, quien se encargó de impulsar la devoción por este Santo, y el Templo mencionado, fue el sacerdote catalán José María Vilaseca, quien llegó a nuestra Ciudad en los años cuarenta del decimonono. Originario de Igualada, España, en 1851 fue invitado por un misionero paulino a venir a América de misionero, pues ya tenía estudios avanzados del sacerdocio en Barcelona.
En febrero de 1853 se embarcó con rumbo a América, llegando a Veracruz el 19 de marzo donde inició el noviciado paulino, ordenándose de sacerdote en 1856. En el cumplimiento de su primera encomienda como Capellán del hospital de San Juan de Dios en México contrajo el tifus, enfermedad que pudo librar bien, y luego llegó a nuestra Ciudad en 1859, como Rector del Seminario de Monterrey.
El padre Vilaseca mejoró la antigua Ermita de San José, convirtiéndola en Capilla, y publicó la Revista el Propagador de la Fe, órgano de difusión de las actividades religiosas. Al año siguiente, en 1860, fue rector del Colegio y Seminario menor de Saltillo. De 1865 a 1870 se dedicó a las misiones en Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, preparando desde Ciudad de México la fundación del Colegio Clerical del Señor San José, el Instituto de Misioneros Josefinos y la Congregación de las Hijas de María Josefinas.
Instaló una Biblioteca Religiosa, y en 1873 imprimió “Siete solemnes mentís contra los protestantes, el protestantismo y la francmasonería”. Pero este texto violaba las nuevas disposiciones en materia de libertad de culto, por lo que, junto a cuatro sacerdotes seculares y unos padres Jesuitas y Pasionistas, el padre Vilaseca fue encarcelado el 20 de mayo de 1873. Días después fue liberado con la condición de no salir de la ciudad de México, pero el 15 de octubre de 1873 fue desterrado, regresando a Europa.
Un par de años después el padre Vilaseca se entrevistó en Roma con el embajador de México, Manuel Romero Rubio, quien le aseguró que podía regresar al país, y retornó a la Capital el 15 de enero de 1875. Ya en la Ciudad de México retomó la dirección de las organizaciones que había fundado (Instituto de Misioneros Josefinos y la Congregación de las Hijas de María Josefinas).
El antiguo Templo de San José
En Monterrey, el primer arzobispo Jacinto López y Romo ordenó en el año de 1896 demoler la Capilla de San José para construir un Templo que se terminó en 1898. Esta primera versión del Templo medía “veinte y cinco metros de largo y tres de ancho, con su correspondiente sacristía y un terreno al lado que es más grande que el templo”.
Y el Padre Vilaseca, la Ciudad de Monterrey , y el Templo de San José volvieron a entrelazarse cuando el arzobispo de Monterrey Santiago Garza Zambrano pidió a Vilaseca que enviara tres Hermanas Josefinas para atender un hospital que estaba por inaugurarse. Las madres llegaron al Hospital San Vicente en 1902 y el arzobispo Garza Zambrano ofreció a Vilaseca y sus congregaciones la Capellanía del Hospital, más la atención del Templo de San José.
De inmediato Vilaseca aceptó y nombró a los misioneros josefinos que vivían en la ciudad, Florentino Calderón y Telésforo Ruiz, más el hermano Juan, responsables de la atención del templo y el hospital. El 7 de noviembre de 1902 vino el propio Vilaseca a la toma de posesión del Templo San José.
Vale mencionar una curiosidad que publicó el Propagador de la Fe. Sobre sus viajes de México a Monterrey dijo Vilaseca “cuando hice mi primer viaje a esta, estuve en camino 30 días y ahora han sido tan solo 30 horas”. Se debe aclarar que su primer viaje fue arriba de un animal y después en el ferrocarril.
Los Josefinos atienden el Hospital San Vicente
En fin, lo interesante es que desde el 7 de noviembre de 1896 los Misioneros de San José administran el templo de San José, y extienden su misión a la atención de enfermos en el Hospital San Vicente. Además, en 1910 el arzobispo Leopoldo Ruiz les asignó adicionalmente la Capellanía del Hospital Civil.
En 1937 el Templo de San José era descrito así: “tenía un pequeño atrio bardeado y con una reja(…) La fachada era sencilla tirando a un estilo gótico, aunque muy pobre, una puerta al centro, unas medias columnas a los lados y su cornisa… no tenía torre sino una espadaña de tres metros(…) el interior conservaba un estilo gótico aunque pobre(… ) tenía un comulgatorio de granito. Todo el presbiterio hacia un buen piso de mosaico(…) el Altar no era lujoso (…) sobresalía una imagen de San José”.
El nuevo Templo de San José
Luego de solicitarlo en 1945, el arzobispo Guillermo Tritschler y Córdoba recibió el 8 de diciembre el permiso de la Comisión de Bienes Nacionales para la demolición del templo antiguo y la construcción del nuevo. Para empezar este proyecto se adquirieron los terrenos que colindaban al sur, y así la propiedad del templo llegó hasta la calle de Juan Ignacio Ramón. Pero como los recursos económicos escaseaban, el dinero se fue consiguiendo con donativos particulares, rifas, kermeses y diversas obras de teatro.
Durante la construcción hubo tres incendios, uno de ellos provocado. Nunca se comprobó nada, sólo chismes sin sustento, como que el Gobierno del Estado se oponía al proyecto y pretendía quedarse con parte del terreno, pero los vecinos y la comunidad defendieron el proyecto e impidieron la suspensión de las obras.
Actualmente el templo mide 52 metros de largo por 16 de ancho. El altar, el retablo, las cuatro grandes columnas del ábside y el comulgatorio son de puro mármol blanco de Carrara. La imagen de San José fue dorada y estofada en oro, la fachada es de cantera roja de San Luis Potosí. En el interior hay ocho vitrales emplomados que describen la vida terrenal de San José como padre putativo de Jesús, la recepción de su alma por los ángeles y su coronación en el cielo. En uno de esos vitrales está Jesús junto al lecho de San José agonizante a pesar de que, como se dijo, este Santo murió en un momento indefinido en la vida de Jesús.
Adicionalmente hay dos óleos murales de gran valor artístico, uno de ellos de la Virgen de Guadalupe y el otro de Santa Rita en éxtasis ante Cristo Resucitado.
En el exterior las esculturas de cantera rosa, y sobre la puerta un bajo relieve que presenta a indígenas locales siendo evangelizados por padres josefinos y el escudo de la Congregación, comprometen al visitante a ingresar al Templo. En la torre hay esculturas de los cuatro evangelistas, y a un lado de la puerta está una bella y muy socorrida imagen de San José.
En la parte de atrás del Templo, que da a la calle de Juan Ignacio Ramón, se ubican las oficinas del propio Templo y de la Orden de los Padres Josefinos. Asimismo, las habitaciones de las religiosas, los salones de clase, el auditorio y la biblioteca.
Pese a que el barrio del Templo de San José tiene ahora pocas viviendas, disminuyendo su feligresía, la fama de buenos confesores de los padres josefinos lo hace ser un Templo con buena cantidad de asistentes. Adicionalmente, los familiares de los pacientes del llamado Hospital de Zona reciben asistencia física y religiosa. Este espléndido Templo de San José es una joya arquitectónica de nuestra ciudad, digna de visitarse tanto por su aspecto religioso como por el artístico.
FUENTES
Cien años de presencia Josefina en Monterrey, Silvia Rodríguez
http://www.catholic-hierarchy.org/
https://www.arquidiocesismty.org/
https://adelantejosefinos1.wixsite.com/pastoraljosefina/blank-c2q4