Mientras conseguimos unos datos históricos de otro Templo de Monterrey, hoy estudiaremos a una de las mayores fortalezas que tiene Nuevo León: sus Instituciones de Educación Superior y Universidades. En ellas se han formado cientos de miles de profesionistas locales, nacionales y extranjeros, lo cual de suyo es garantía de alta calidad en la enseñanza, pues no vendrían a nuestro Estado tantas personas a prepararse si el nivel académico fuera de baja calidad. Así de fácil.
Sin embargo, los actuales sistemas de evaluación educativa lo confirman posicionando a las locales entre las mejores Universidades del país. Desde luego que para llegar a este nivel fue necesario que la educación superior pasara por distintas etapas y evoluciones, de acuerdo a diversos marcos jurídicos vigentes. Además, para que exista una buena formación universitaria es menester que los niveles de educación primaria, secundaria y preparatoria sean de alta calidad.
Los frailes franciscanos tenían a su cargo la educación en Nuevo Reino de León
Se trata pues, de un esfuerzo educativo que viene desde la época Colonial, cuando la educación estaba encomendada a los frailes franciscanos que conformaban una Orden humanitaria que enseñaba las primeras letras y el Catecismo a niños y niñas de todas las castas.
Su esfuerzo era grande pero no había infraestructura. En el año de 1700, sólo había una sola Escuela en la ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, y otra en cada una de las siguientes entidades: Villa de Cerralvo, Villa de San Juan Bautista de Cadereyta, Valle de San Mateo del Pilón -hoy Montemorelos-, Valle de San Felipe de Linares -hoy Linares -, y en Valle de la Mota -hoy General Terán-.
Había también Escuelas en: Presidio Lampazos, Misiones de Nuestra Señora de los Ángeles de Río Blanco -Aramberri-, San Antonio de los Llanos en 1639, San Cristóbal de Hualahuises 1646, San Pablo de Labradores 1639, San Nicolás Ahualeguas 1646, Guadalupe, Concepción y Purificación, Matehuala y San Nicolás del Pilón. Además se intentaron fundar sendas escuelas en las Misiones de San Bernardino en 1641, Santa Teresa de Alamillo y en San Buenaventura de Tamaulipas pero fracasaron por diversos motivos. Estas últimas Escuelas no estaban en nuestro Estado, pero eran parte de la jurisdicción religiosa asentada en el Convento de San Andrés.
En todos los planteles educativos se enseñaba castellano, doctrina católica, historia, rudimentos de matemáticas y, en algunas, principios de ciencias y geografía. Respecto a los niños aborígenes se buscaba que aprendieran castellano, catecismo, un poco de agricultura y ganadería, pues se pretendía que abandonaran sus costumbres bárbaras. En toda esta Provincia el número de alumnos frisaba los trescientos.
Las reformas borbónicas destituyen a los franciscanos. Cae nivel educativo.
En virtud de las Reformas Borbónicas en 1712 se intentó sustituir a los frailes debido a que el virreinato temía que enseñaran doctrinas favorables a la libertad, dado que seguido denunciaban los abusos que algunos españoles cometían contra los indígenas. Por ese motivo se decidió entregar la educación al clero regular.
Pero ese proceso de sustitución de frailes por clérigos trajo consigo el descuido de las escuelas. Ciertamente era un problema nacional, pero en el Nuevo Reino de León varias de ellas tuvieron que cerrarse. A guisa de ejemplo, el Ayuntamiento de Cerralvo se quejó en 1789 ante el gobernador de Nuevo-León, Manuel Bahamonde, de que no se podía nombrar maestro para la Escuela porque no había ni sacerdote ni persona alguna que supiera escribir.
Inician las escuelas particulares
Ante semejante problema de falta de escuelas, se inició en Monterrey una moda: las escuelas particulares sostenidas por benefactores. Así, al inicio del Siglo XVIII, el sacerdote Francisco Catancha y Valenzuela heredó todos sus bienes a los jesuitas que fundaron en Monterrey la Escuela Colegio de San Francisco Javier en las actuales calles de Escobedo y Morelos, donde luego sería Palacio de Gobierno y ahora es Farmacia Benavides. En este Colegio se enseñaban la educación primaria y artes mayores -tipo educación técnica-, pero como el donativo del benefactor se acabó dos décadas después, para 1725 esta Escuela - Colegio cerró sus puertas.
Coetáneamente, la benefactora Leonor Gómez de Castro, entregó a la Iglesia Católica seis mil pesos para fundar una de Gramática latina, obra que duró también unos 20 años aproximadamente.
Entretanto, en el Convento de los frailes franciscanos, ubicado en las actuales calles de Ocampo y Zaragoza, se impartían clases de Filosofía y Retórica. En total, durante los siguientes años apenas sobrevivían en la Ciudad las escuelas de la Catedral, del Roble y de la Purísima las que, a todas luces, eran insuficientes para toda la población.
Llanos y Valdés crea el Seminario Tridentino, Centro de Educación Superior
A esta medianía educativa le llegó una fuerte sacudida en virtud de que el Tercer Obispo de Linares, Llanos y Valdés, irrumpió al crear en 1793 el Seminario Tridentino, único Centro de Enseñanza Superior -calidad que le duraría por más de cincuenta años- en las cuatro Provincias Internas de Oriente: Tamaulipas, Coahuila, Texas y Nuevo León.
Hasta que, en 1821, con la Independencia nacional vinieron los primeros grandes avances educativos: el emperador Iturbide abolió las castas cencelando la educación diferenciada para españoles, criollos, mestizos, indios, negros, mulatos, etc.
Se promulga la Primera Ley estatal de Educación.
En 1822, acorde con este nuevo estatus, en la Ciudad de Monterrey se le encargó al padre Felipe Cepeda que instalara una Academia para formar maestros. Luego, en 1826, ya con la Federación vigente, se promulgó la Primera Ley de Educación de Nuevo León que hacía obligatoria la educación inicial, promovía una especie de libro de texto (que no se realizó) y municipalizó la educación al tiempo que se aumentaba el número de Ayuntamientos multiplicando así el número de escuelas.
Además en 1824 se agregó a la currícula del Seminario una cátedra de Jurisprudencia, sostenida por fondos del Estado, dirigida por José Alejandro de Treviño y Gutiérrez. La educación se consideró una prioridad estatal y en la Primera República Federal 1824-1836 la mitad de los ingresos que recibían los municipios por el concepto de uso de agua se aplicaban directamente a la educación primaria. Hubo en 1826 una intentona de instituir una Cátedra de medicina que no se logró.
En la década de los años treinta del siglo XIX se instaló en Linares una Escuela modelo dirigida por el cura D. Felipe Cepeda (el de la escuela de formación de maestros de 1822), quien además de impartir las clases escribió los libros que se requerían.
Establece Santa Anna el Sistema Lancasteriano de educación
El presidente centralista López de Santa Anna (1836-1846) estableció el sistema Lancasteriano. En este procedimiento educativo los alumnos más avanzados enseñaban a los demás, lo que impulsó la alfabetización del pueblo de Nuevo León, que pasó del 5% que había en la Colonia, al 14% en 1846, en tiempos de la invasión norteamericana.
Desde luego que para que funcionara el sistema Lancasteriano se debía capacitar a los maestros, y en ese sentido se modificó la antigua Academia de formación de maestros, que operó en el año de 1844 como Escuela Normal del Sistema Lancasteriano.
Inicia Gonzalitos sus Cátedras de Farmacia y de Medicina
Por su parte, José Eleuterio González “Gonzalitos” había iniciado desde 1835 una Cátedra de Farmacéutica y luego, en 1842, una de Medicina, así como en 1853 otra de Obstetricia para hombres y mujeres. Para 1859 el número de alumnos de estas escuelas variaba con los años, pero la tenacidad de Gonzalitos las hacía sobrevivir.
Las Escuelas municipales se fueron consolidando poco a poco a pesar de que de 1854 a 1864 se padecieron la Revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma y la Invasión Francesa. Así que cuando triunfó la República, el gobierno de Juárez multiplicó las Escuelas. A un año de la muerte de Juárez, en 1873, había en Nuevo León 171 Escuelas primarias municipales que educaban a 7 mil 431 niños y 1,702 niñas; para dar un total de 9,133 alumnos. Además había 103 Escuelas particulares con 1,393 niños y 1,505 niñas con un toal de 2,898.
La Ley de Enseñanza Primaria de 30 de noviembre de 1870 declaró obligatoria la educación con multas aplicables a los padres, tutores o encargados de los menores, de 25 centavos por cada falta.
Y las materias obligatorias en la ley de 1870 eran: Lectura, Escritura, Gramática castellana, Aritmética, Sistema métrico-decimal, Álgebra, Geometría, Geografía, Historia, Dibujo lineal, Catecismo político constitucional, Moral, Urbanidad. A las niñas además costura, Bordados, Tejidos y, en algunas, Música. Había 189 Escuelas para niños y 86 para niñas, más una Escuela mixta que manejaba la Iglesia. En 1873 Monterrey tebía dos escuelas para adultos, una nocturna y otra en la cárcel municipal, para los presos.
La antigua Escuela Normal del sistema Lancasteriano se transformó para formar maestros en el nuevo sistema laico y científico de la Reforma. Y en 1852 Luis Elosúa consiguió una autorización para abrir una Cátedra de dibujo, admitiendo a 12 “estudiantes pobres”. El Gobierno estatal instaló ese mismo año una Cátedra de filosofía civil.
Abre sus puertas el Colegio Civil por primera vez
El gran salto educativo se dio con la apertura del Colegio Civil, que en 1859 abrió sus puertas a varones que quisieran estudiar Preparatoria, Jurisprudencia, Medicina y Farmacia. Para consolidar su paertura hubieron de participar tres gobernadores a partir de 1857: Santiago Vidaurri que promulgó la Ley, Domingo Martínez que apoyó económicamente, y Silvestre Aramberri con su decisión política.
Al principio el Colegio Civil estaba en el viejo edificio del Arzobispado, en Ocampo y Zaragoza y fue en 1870, cuando su director era Gonzalitos, se mudó al histórico edificio que había sido Hospital y Cuartel ubicado en Colegio Civil y Washington. Años después ahí mismo se instaló un Observatorio Meteorológico, un Telescopio y un Museo de historia natural.
La planta de maestros del Colegio Civil era de lujo
En el Colegio Civil daban cátedra los hombres más ilustres de la ciudad, como Gonzalitos, Domingo Martínez, José Benitez y Pinillos, Juan Nepomuceno de la Garza y Evia. Para 1873 ya había en el prestigioso Colegio Civil 332 alumnos: 208 en los cursos preparatorios, 78 en Jurisprudencia, 53 en Medicina y 8 en Farmacia. La vocación de alta academia se demostraba en todo, hasta en que ese mismo año de 1873 ya había 22 “becas de gracia” para alumnos brillantes de escasos recursos.
En paralelo, para el fin del gobierno de Juárez, en 1873, seguía funcionado el Seminario de Monterrey, impartiendo estudios preparatorios y los propios de formación religiosa, contando en ese tiempo con 75 alumnos.
Pese a que en los siguientes años (1872-1876) del gobierno federal de Sebastián Lerdo de Tejada se trató de fomentar las ciencias naturales y exactas, como la minería, la agrimensura, la cosmografía a Nuevo León no llegaron estos cambios. Sin embargo, con la llegada de Porfirio Diaz al poder, la educación volvería a cambiar en nuestro Estado.
Continuará…
Fuentes:
La Educación Superior en México, Alfonso Rangel Guerra, Colmex, 1983
Un siglo de Educación en México, Pablo Latapí Sarre, FCM, 2004.
Textos sobre Educación, Jaime Torres Bodet, Conaculta, 2005,
Periódico Oficial del Estado, versión electrónica.
Archivo General de la Nación, Ramo Educación