24/Apr/2024
Editoriales

Las cantinas y lugares ‘non sanctos’ de Monterrey, tercera parte

Como vimos en la segunda parte de esta colección, a falta de una ley específica que regulara las actividades que son leimotiv de nuestro estudio, el artículo 4º de la Ley de Imprenta de 1861 o Ley Zarco’ tomó singular importancia, pues en su artículo cuarto decía: .- Se falta á la moral defendiendo, ó aconsejando los vicios ó delitos”, y de allí se ‘colgó’ tímidamente el combate inicial a los vicios en el derecho mexicano. 

Los poderes legislativos crearon los Consejos  de Salud: el Consejo Nacional, instalado por Benito Juárez en 1866, y en Nuevo León el gobernador Jerónimo Treviño designó como primer presidente de la Junta de Salud al prócer José Eleuterio González ‘Gonzalitos’.

 

El principal vicio que se propuso combatir el estado mexicano fue el alcoholismo, aunque -ya dijimos- no se quería prohibir el consumo de alcohol, sólo moderarlo para evitar daños en la salud, en la productividad y la economía familiar. En cuanto a la prostitución tampoco se quería combatir para erradicarla, sino evitar la transmisión de enfermedades venéreas, sin pensar en limitar la libertad corporal.

 

En este texto estudiaremos la situación de las cantinas y los lugares non sanctos de Monterrey entre los años 1861 y 1910. De acuerdo con la línea nacional, las actividades comerciales de venta de alcohol y la prostitución fueron reguladas por el Cabildo de Monterrey, que poco a poco fue emitiendo reglamentos para moderar y ordenar ambas concupiscencias. En 1862 se dio una regulación formal de las cantinas y dieciséis años después, en 1878, Monterrey publicó su primer Reglamento de Regulación de la Prostitución.

 

LAS CANTINAS

 

La mayoría de edad

La primera medida para la regulación de cantinas se dio en el año de 1862 y consistía en elevar el impuesto municipal a la cantidad de 2 pesos mensuales. Se aprovechó este instrumento de regulación para prohibir la prostitución dentro de ellas, así como la entrada de menores, pero al respecto había una laguna legal, pues existían varios tipos de mayoría de edad: 14 para el matrimonio, 18 para las armas y 21 años para obtener los derechos políticos de votar y ser votado.

Los nombres de las primeras cantinas modernas

 

Los nombres de las primeras ‘cantinas modernas’ de aquel tiempo eran sugestivos. Una de ellas que se ubicaba en las calles de Matamoros y Diego de Montemayor, se llamaba “El Paso de Venus”, un nombre de doble sentido, pues por una parte hacía alusión al astro y por otra, a la diosa griega de la sexualidad.

 

Después apareció otra cantina, aparentemente cercana a lo que ahora es el Mesón Estrella, llamada “La Alegría”, y en esa misma zona de la Ciudad hubo más cantinas llamadas: La Ideal, la Roca, y la Oriental.

 

La primera cervecería de Monterrey

En 1878 abrió la primera cervecería en Monterrey, no se trataba de una fábrica de cerveza, sino un local de venta y consumo exclusivo de cerveza, cuyo propietario era Juan Radk. Dentro de este novedoso negocio, pegados a la pared tras la barra, estaban los barriles a los cuales se les extraía con un sifón la cerveza tibia para servirla en tarros.

 

Con la Cervecería Cuauhtémoc nace la costumbre de beber cerveza fría, y se coloca en la preferencia del público

Pero fue hasta 1891 que Isaac Garza, José A. Muguerza, Francisco Sada y Joseph M Schnaider fundaron la Cervecería Cuauhtémoc y la Fábrica de hielo Monterrey, cuando se dio un fuerte impulso al consumo de la cerveza fría. Esta bebida además de ser barata era muy refrescante e inmediatamente desplazó a las bebidas que ya tenían carta de naturalización en las cantinas de Monterrey: el pulque y los aguardientes.

 

Se aceptan en las cantinas los juegos de azar y los vales de raya

Así que este modelo de negocios pegó en serio, pues la competitividad es innata entre los regiomontanos y neoloneses en general. Se abrieron rápidamente nuevas cervecerías y cantinas anexas a las grandes fábricas fundadas durante el proceso de industrialización del gobierno de Bernardo Reyes. Para hacerlas más atractivas, en las cantinas se permitía los juegos de azar y, por si fuera poco, los consumos de los trabajadores se podían pagar en efectivo o con Vales de Raya que muchos utilizaban para comprar alcohol o para apostar, es decir, era un negocio redondo.

 

Los vales de Raya eran fichas o papeletas que establecían una cantidad de producto (“una carga de carbón”, “cinco kilos de maíz” “diez kilos de frijol”) y con ellos se pagaban los salarios en lugar de dinero. En varios puntos de la Ciudad había tiendas que aceptaban los vales de Raya, y si el trabajador quería cambiarlos por efectivo lo podía hacer allí mismo, por una cantidad menor al valor del producto y se le cobraba una comisión. 

 

Cerca de la actual avenida Colón y la Calle Edison había una gran Casa de apuestas de Raya, donde se jugaban principalmente baraja y cubilete. Se vendían bebidas alcohólicas, y se pagaba principalmente con vales de Raya, sólo cuando el apostador ganara se le pagaba en efectivo.

 

Para el año de  1910 había 62 establecimientos para consumir alcohol, claramente diferenciados para cada clase social. Algunas eran cantinas y otras cervecerías; pocas tenían cocina y se prohibía la entrada a mujeres y menores de edad, pero se permitía la entrada a vendedores de botanas y a los grupos musicales.

 

El Bar Lontananza

Para la primera década del siglo XX, ya existía el Bar Lontananza en Juárez y Aramberri -que aún funciona-. En la barra de este local se aprecia la fecha de 1910, aunque el cronista José P. Saldaña afirma que funcionaba desde finales del Siglo XIX. Es una cantina que desde mediados del siglo XX era frecuentada por aficionados al béisbol, que iban a escuchar las narraciones radiofónicas de este deporte. Actualmente siguen frecuentándolo quienes gustan del Rey de los Deportes, siguiendo por televisión los juegos. En este local se sirven botanas como el puchero de res, frijoles charros y guisos de carne de forma gratuita en pequeñas cantidades, con cada ronda de bebidas. Actualmente ya disminuido, sigue funcionando en el segundo piso, y en el primero se encuentra una tienda de conveniencia.

 

El Bar 1900 y el disparo de Pancho Villa

Desde el año de 1900 existe el "Bar 1900", que era el más lujoso de la Ciudad, donde se ofrecía además de cerveza local, vinos europeos y puros traídos del Caribe. Posteriormente -el 26 de julio de 1912- se construyó el Gran Hotel Ancira, del que hoy forma parte este histórico Bar como uno de los servicios a los huéspedes. Dice la leyenda que en marzo de 1915, el general Francisco Villa disparó una bala de su pistola que se incrustó en la barra, lo cual es posible que haya sucedido, pero no existen evidencias de tal anécdota.

 

Las cantinas se convirtieron en lugares de convivencia de muchos regiomontanos

Las cantinas se afianzaron en las preferencias de muchos regiomontanos, convirtiéndose en centros de convivencia y de ocio. Sin embargo, no faltaba quien se entregara al alcoholismo, pero en lo general se volvieron parte de los elementos distintivos de la Ciudad. Con el crecimiento de Monterrey, en los barrios nuevos y en las colonias residenciales nacieron cantinas en los que los vecinos varones convivían pues la ausencia de mujeres daba tranquilidad a las esposas y las familias. 

 

Sin embargo, siempre hubo algunas cantinas que eran la base de los lupanares y barrios en donde el vicio y la prostitución proliferaba, incluso en algunas se registraban actos de violencia.

 

La PROSTITUCIÓN 

 

En el año de  1878 se emitió el primer reglamento de regulación de la prostitución  de Monterrey, cuyos principios rectores eran tres: la  sanidad, la moralidad pública y la economía.

 

Se verificaba la salud de las prostitutas

En cuanto a la sanidad, se obligaba a las mujeres a acudir mensualmente al Hospital González para una revisión médica, lo que requería la existencia de un consultorio anexo que fuera de cierta manera discreto, para evitar el desdoro de las mujeres que ahí acudían.

 

Las zonas de tolerancia en el Monterrey del siglo XIX

Por moralidad pública se entendía que la prostitución no se ejerciera con escándalo sino en áreas específicas, llamadas Zonas de Tolerancia. En aquel tiempo se establecieron como Zonas de Tolerancia La calle Terán, también conocida como ‘Callejón del diablo’ que estaba entre Allende (calle del aguacate) y 5 de mayo, a la orilla del Río Santa Lucía; otra en lo que ahora es el cruzamiento de las calles Guerrero y Colón, en donde se agolpaban numerosos tejabanes. Sin embargo, mientras la mayoría de las mujeres ofrecían servicios sexuales en burdeles fijos, algunas andaban en las calles buscando clientes.

 

Los diferentes tipos de diversiones en los lugares non sanctos

En los lugares non sanctos saturados de tejabanes había varios tipos de diversión. En algunos sólo se vendían favores sexuales; en otros alcohol y se pagaba por bailar al son de la música en vivo, lo que se conocía como ‘fichar’, pues en cada pieza bailada el cliente pagaba con una ficha que compraba en la entrada al lugar. La división de esos lugares de diversión clasificaba a las mujeres: las que atendían en sus casas sin música o “escándalo público” se les conocía como  “mujeres aisladas”; las que trabajaban en un burdel se les llamaba “mujeres públicas”; y las que se ofrecían a través de alguna ventana con postigos abiertos, se les apodaba “Enjauladas”.

 

La explotación despiadada de las mujeres galantes

En una gran cantidad de casos estas mujeres estaban subyugadas por un hombre que las explotaba, conocido como Lenón, Tratante o Padrote. Las condiciones de vida de ellas eran infrahumanas, pues aunque estaba prohibida la presencia de menores en su lugar de trabajo, sin métodos anticonceptivos, muchas mujeres ejercían el oficio en su vivienda contagiadas de enfermedades venéreas y/o con presencia de sus hijos en un cuarto adjunto.

 

Los impuestos de la prostitución

Y finalmente el último eje rector era la economía. Las “mujeres públicas y aisladas” debían pagar una cuota mensual que se destinaría al hospital González para su propia atención. Estos pagos oscilaban entre los 4 reales (equivalentes a 50 centavos) y $5.00 para las mujeres en particular. En el caso de los burdeles o casas de asignación que se quisieran establecer en la Ciudad pagaban $25.00. 

 

Combate Gonzalitos la epidemia de sífilis

En el año de 1880 llegó a la Ciudad una epidemia de sífilis que obligó al Consejo Municipal de Salud que aún presidía Gonzalitos, a realizar un padrón de “mujeres públicas y aisladas”. Como ya eran pocas las que acudían voluntariamente a revisarse ante la autoridad, se efectuaron exámenes obligatorios a todas, e incluso a algunos varones, siendo una de las últimas grandes acciones del Dr. José Eleuterio González. El gobierno realizó lo que podría considerarse la primera distribución masiva de remedios (no había aún antibióticos en el mercado) con aislamiento de enfermos. Si se detectaba a alguna mujer u hombre contagiados acudiendo a las zonas de tolerancia se les aplicaba fuertes sanciones administrativas. 

 

El número de prostitutas en el año de 1900

En el año de 1900, el padrón de las mujeres públicas y aisladas llegaba a poco más de 280. También se hizo un censo de burdeles o congales que por lo general eran conocidos por el nombre de la encargada o de la madrota, o la más célebre de las ‘mujeres galantes’. En los expedientes de aquel tiempo aparecen los nombres de Manuela Cavazos en el Callejón del diablo; y en la zona norte María Rodríguez y Guadalupe Ríos.

 

La primera campaña de difusión de la salud pública

En lugares públicos de las zonas de tolerancia se colocaron letreros advirtiendo de los efectos nocivos de la enfermedad y sus formas de transmisión siendo considerada la primera campaña de difusión de la salud en el estado. Además el pabellón de enfermos de sífilis del hospital González se amplió. Sin embargo, se presentaron tantos casos que se requirió apoyo del Hospital San Vicente operado por las Madres Vicentinas y  por los Padres Josefinos, en calidad de beneficencia pública.

 

La atención de los enfermos fue generalmente gratuita, y gracias a que los gobiernos municipales de Jacinto García, Domingo Tijerina  y Praxedis García actuaron con rapidez, para 1882 la epidemia ya había menguado.

 

Gabino Barrera padre del positivismo  mexicano afirmaba que “la prostitución no se juzgaba, se administraba” y este fue el patrón nacional. Se trató de evitar que participaran en estas actividades mujeres menores de 14 años y sobre todo que no fueran forzadas, pues la libertad personal del artículo 2º de la  Constitución de 1857 prohibía el trabajo involuntario.

 

La Constitución de 1917 prohíbe las Cantinas y Casas de Juego de Raya

En el régimen de la Constitución Federal de 1857 la salud pública era un problema público, luego vendría la Constitución de 1917 que convertiría la salud en un derecho público. También prohibiría los vicios lúdicos, y se intentaría erradicar el alcoholismo. Se cancelarían las tiendas-cantinas y casas de juego de Raya, así como los vales de Raya para que los trabajadores fueran libres de disfrutar su sueldo.

 

Luego de la revolución, la vida de la Ciudad sufriría numerosos cambios, entre ellos las cantinas y lugares non sanctos.

Continuará…

 

 

 

FUENTES

INAH Historia de la Cerveza

José Eleuterio González, Colección de noticias y documentos para la historia del estado de Nuevo León: corregidos y ordenados de manera que formen una relación seguida, UANL

José P. Saldaña, Crónicas Históricas, UANL.

ARCHIVO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MONTERREY 

Actas de Cabildo,

8 de julio de 1878.

REGLAMENTOS 1872

Misceláneo

1900, 1910.