22/Nov/2024
Editoriales

La Invasión Norteamericana, parte 14. La Batalla de la Angostura

Una vez que el Ejército del Norte abandonó Monterrey, según el artículo 3º del texto de Capitulación o rendición, debía retirarse más allá de la línea formada por Paso de La Rinconada, Linares y San Fernando Presas. Pudo haber llegado a Saltillo, y la sociedad saltillense así lo deseaba, pero el general Ampudia siguió de largo rumbo a San Luis Potosí, dejando libre la entrada de los norteamericanos a la Atenas de México. 

 
 

Al llegar a San Luis Potosí el 17 de octubre de 1846, el Ejército del Norte fue recibido con refuerzos militares pero pocos recursos. La sociedad potosina, temerosa de lo que podría pasar, se cerró sin cooperar con el Ejército y Ampudia, al ver tal desprecio, decidió acampar en las afueras de la Ciudad. 


 López de Santa Anna arma un gran ejército para enfrentar al invasor

De Guadalajara llegaron a San Luis Potosí 2 mil hombres comandados por el general Valencia, entre tropas de línea y voluntarios -muchos de leva, es decir, forzados- del Bajío; y Santa Anna arribó con 13 mil hombres de todos los estados del centro. Buena parte del dinero necesario para estas maniobras de defensa era del peculio de Santa Anna, según versiones admisibles, producto del empeño de su Hacienda Manga del Clavo y otros recursos que había reunido durante sus años en el ejército y el gobierno. 

 
 El plan de Taylor era llegar a CDMX junto con Scott que llegaría de Veracruz

Por su parte, la estrategia de Zachary Taylor era unir sus tropas con las del general Scott, que tomaría Veracruz, para llegar juntos los dos ejércitos invasores a la Capital mexicana marchando por la Ruta de Cortés, es decir, de Veracruz por El Paso del Perote hasta Ciudad de México. Taylor salió de Saltillo hasta finales de enero de 1847 calculando que Scott ya estaría listo para ese día. 

 

 

Una vez reforzado el Ejército Nacional se enfiló rumbo al Norte, al tiempo que el invasor marchaba al sur, con rumbo a San Luis Potosí. El punto de encuentro fue entre San Luis y Saltillo, en un paso de montaña llamado La Angostura, próximo a la Hacienda de Buenavista. Las tropas mexicanas eran comandadas por Antonio López de Santa Anna y su plana mayor: Mora, Villamil, Manuel Micheltorena, Santiago Blanco, Corona, Pacheco, Lombardini y Urrea. Mientras las invasoras estaban al mando de Zacarías Taylor. 

 

Santa Anna traía más gente que Taylor, pero menos capacidad de fuego

Santa Anna dirigía unos catorce mil soldados mexicanos, contando con buena caballería, y no ignoraba que su artillería era de baja calidad, con cañones viejos y de poco alcance, en general su capacidad de fuego era baja. Los invasores eran la mitad, unos siete mil, pero su artillería era más moderna y mucha más capacidad de fuego. 


 Una demostración del arrojo de Santa Anna

El día 21 de febrero de 1847 los invasores y los defensores se encontraron. Al frente de los mexicanos, ya dijimos, iba el general López de Santa Anna quien, en uno de sus geniales actos de osadía, se dirigió personalmente a la vanguardia del ejército norteamericano y encaró a Taylor. Hablándole en perfecto inglés le exigió la rendición y su salida del país, mas allá de las fronteras de Texas. Taylor estaba sorprendido por el valor de Santa Anna quien sin bandera blanca se le aproximó y lo amenazó. 

 
 

Desde luego que Taylor rechazó rendirse, y Santa Anna abandonó el campamento haciendo bailar su caballo mostrando sus dotes de jinete. En ese momento Taylor reaccionó enojado y ordenó que dispararan sobre Santa Anna quien, tranquilamente regresó ileso en medio de la lluvia de balas hasta donde estaba el ejército mexicano. Estas demostraciones de arrojo le generaron simpatías entre la tropa, y después entre la población, pues los hechos de armas trascendían. Bien, luego de la anecdótica ‘santanada’ hubo algunas escaramuzas menores. 


 La Batalla de Angostura

El ‘Día D’ había llegado. El 22 de febrero, Santa Anna atacó con todas sus fuerzas y para el mediodía ya había roto la línea frontal de los invasores. Taylor, apenas se repuso de los dos desplantes de Santa Anna -su inesperada visita y el sorpresivo ataque-, mandó contraatacar y logró detener el primer avance de los mexicanos. 


 Ordena Santa Anna la primera retirada

Sin embargo, durante la tarde los mexicanos siguieron en plan triunfador, pero cuando debía rematarse a los norteamericanos, Santa Anna ordenó retirada. Justificar esta orden le persiguió el resto de su vida; a veces argumentaba que su tropa estaba exhausta, otras que carecía de recursos y llevaba varios días sin probar alimento, pues había cruzado el desierto durante uno de los más crudos inviernos. Sin embargo, olvidaba decir que la cercanía de Saltillo le permitiría obtener apoyos para la tropa. 

 
 

En "Apuntes para la historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos", se da cuenta de la batalla en los siguientes términos: 

 
 

El combate continúa con encarnizamiento: la noche cierra completamente, y está aun indeciso el resultado. Los cuerpos ligeros se baten con denuedo: el resto del ejército, simple espectador de la acción, sigue ansioso con la vista la dirección de los fuegos, luchando entre la duda y la esperanza. "Luego que oscureció”… "el espectáculo era magnífico. Se veía flotar realmente en los cielos una nube de fuego, que o se elevaba o se abatía, según los enemigos ganaban o perdían terreno". Por ultimo, los americanos ceden; sus soldados se retiran; los nuestros coronan el cerro tenazmente defendido como intrépidamente ganado. 

 
 

El resto de la noche se pasó al vivac y enfrente del enemigo. Estuvo lloviendo: el frío era crudísimo: se había prohibido hacer lumbradas, por lo que no se veía ninguna luz en el campamento. La mayor parte del ejército esperaba el combate indiferente y tranquilo, como si la muerte no girara sonriendo sobre sus cabezas, mientras algunos oficiales velaban, agobiados de los pensamientos que siempre dominan la víspera de una gran batalla”. 


 El ’Día D’

Apenas amaneció el 23 de febrero de 1847, y Santa-Anna estaba ya montado girando las órdenes. Los mexicanos dominaban la cúspide del Cerro de la Encantada, y sus tropas tenían acorralados a los norteamericanos contra el cerro, a tiro desde las alturas, al ras del paso de la Angostura. 


 Comienza la desesperación entre los norteamericanos

Los invasores no sabían de su desventaja hasta que amaneció, pero en su desesperación se lanzaron contra los mexicanos sorprendiéndolos, quienes de inmediato respondieron sin haber desayunado. La infantería norteamericana trataba de subir al cerro de la Encantada pero era masacrada por los tiradores mexicanos. 

 
 

Los nuestros, al mando de Santiago Blanco, atacaron a los invasores con tal fuerza que su artillería no podía disparar a tan poca distancia y su caballería tropezaba con las piedras “bola” que había al pie del cerro. 


 La sanguinaria pelea cuerpo a cuerpo

Los mexicanos buscaban forzar un combate hombre a hombre donde la superioridad de los armamentos norteamericanos no servía de nada. Muchos murieron en el intento de acercarse a los norteamericanos, pero un buen número de nacionales llegaba y con bayoneta en mano hacían estragos en los artilleros y fusileros norteamericanos. 


 Tropas norteamericanas huían del combate; faltó contundencia a México

Taylor y Wooll no podían contener a sus tropas que trataban de huir en desorden. Sin embargo, falló la estrategia mexicana que debió lanzar la caballería a perseguir a los norteamericanos en fuga, para darles el golpe definitivo. 

 
 

Pero la caballería actuó ‘en cámara lenta’ y quedó atrapada entre dos oleadas de norteamericanos que los atacaron por la retaguardia, y muchos soldados de infantería mexicana intentaron perseguir a los norteamericanos, poniéndose a tiro de los cañones norteamericanos. 

 
 

Vale la pena leer un par de veces este fragmento de Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y Estados Unidos: 

 
 

“…la batería del general Micheltorena -militar y patriota mexicano- única que jugaba por nuestra parte, destroza a los contrarios: se llega a la bayoneta batiéndose los soldados cuerpo a cuerpo: por segunda vez  nuestros valientes vencen: los americanos se repliegan a la loma inmediata, dejándonos por trofeo uno de sus cañones y tres banderas” 


 Santa Anna pide que Taylor se rinda; Taylor pide lo contrario

A partir de este momento los hechos se vuelven confusos, contradiciéndose las versiones mexicana y norteamericana. Unas dicen que Taylor mandó un mensaje a Santa Anna exigiéndole rendirse, y otras que Santa Anna envió a José María Montoya   -hombre de confianza de Santa Anna- a exigir la rendición de Taylor. 

 
 

En los partes norteamericanos dicen que Taylor ordenó atacar a la caballería de  Anastasio Torrejón, y en los partes mexicanos, que Torrejón atacó el frente del ejército norteamericano, y ambas partes afirman haber ganado ese encuentro. 


 La tregua improvisada en la Batalla de Angostura

Cerca de las dos de la tarde se presentó “una tregua” no planeada a causa de un chubasco, ambos ejércitos aprovecharon para descansar un rato y reorganizarse; los soldados mexicanos por fin pudieron probar bocado. 


 La clásica embestida finaal de Santa Anna

Luego de dos horas y media de lluvia se reanudó el combate, Santa Anna lanzó un ataque definitivo, una “embestida clásica” con todas sus fuerzas contra el centro de la columna norteamericana, infantería, caballería, artillería y auxiliares (zapadores, ingenieros, ayudantes), todos en una sola ofensiva contra el enemigo. 

 
 

Taylor por su parte, había organizado varias columnas y líneas de ataque, pero ante la velocidad y la fuerza de la embestida no tuvo más remedio que formar un cuerpo compacto a las prisas y sin poder organizarse, pese a todo, Taylor resistió el ataque con una gran pérdida de hombres. 


 En la noche, había un suerte de empate entrambos ejércitos

El combate llegó a un punto en el que ninguno cedía; no había ganador ni perdedor. Taylor debió atrincherarse y aguantar la furia de los mexicanos, hasta que cayó la noche y se interrumpieron los combates. 


 Santa Anna se declara triunfador e inexplicablemente se retira

Al amanecer del día 24, sin explicación de por medio, Santa Anna declaró su triunfo, mandó mensajeros a todo el país asegurando que el ejército norteamericano estaba vencido, y se retiró con todo el Ejército del Norte y sus refuerzos a San Luis Potosí, por los lugares más desérticos y despoblados. 


 De nueva cuenta, Taylor no sabe qué hacer con los desplantes de Santa Anna

Taylor se sorprendió de la retirada de los mexicanos, al grado de que con todo y su experiencia, no supo qué hacer, quedándose patidifuso. No dio órdenes de avanzar, ni de retroceder, ni de perseguir a los mexicanos. Wool se quedó a cargo y Taylor regresó a Monterrey a esperar noticias de Washington, mientras el grueso del ejército norteamericano se quedó en La Angostura a recomponerse. 


Los números finales no están claros

Ni siquiera en las cifras hay congruencia, pues cambian según las versiones. Las que parecen más acertadas dan 594 muertos y mil 039 heridos en el bando mexicano; y unos 267 muertos y 456 heridos en el estadounidense.  


 En la Angostura se luchó sin complejos y se consiguió un buen desempeño

Esta fue la batalla que más vidas cobraría en toda la invasión, y la batalla más encarnizada, en la que los mexicanos pelearon con más valor, sin embargo, no se concretó en un triunfo, sino en desatino de Santa Anna, al dejar libre el camino a Taylor para que se uniera a las fuerzas de Scott con rumbo a la Ciudad de México. 


 La Batalla de La Angostura tiene varias lecturas

Este es un episodio de la historia nacional que nadie puede explicar. Unos quieren ver la complicidad de Santa Anna, y otros su previsión de que sin alimentos no podía enfrentar otro día de batalla prefiriendo cuidar a sus soldados para otros encuentros. 

 
 

Lo cierto es que la Batalla de la Angostura fue el único enfrentamiento de toda la invasión en que el Ejército Mexicano tuvo la oportunidad de alzarse con la victoria, y una de las pocas batallas en la que no hubo una negligencia evidente.

Continuará…  

 
 

Fuentes 

 
 

Vicente Riva Palacio y otros, México a través de los Siglos, Editorial Cumbre, 1983, todos VII y VIII.     

Carlos María de Bustamante, El Nuevo Bernal Díaz del Castillo, Fondo de Cultura Económica, 1994.     

Lucas Alamán, Historia de México, Editorial Jus, 1990, tomo V.    

Leopoldo Espinosa Benavides, Un Imperio Venido a Menos, editorial Porrúa, 2014    

José María Iglesias y otros, Apuntes para la Historia de la Guerra entre México y los Estados Unidos, Conaculta, 2005.     

José María Roa Bárcena, Recuerdos de la invasión norteamericana 1846-1848: por un joven de entonces, Versión electrónica Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Saavedra. 

David Alberto Cossío, obras completas Tomo VI, compilado por Adalberto Madero, Congreso del Estado de Nuevo León, Monterrey, 2000 

N. C. Brooks, A complete history of the Mexican War, Nathan Covington, 1851