27/Apr/2024
Editoriales

La Navidad en nuestra Ciudad

Por coincidir la publicación de nuestro texto: ‘Las Cantinas y Lugares Non Sanctos de Monterrey’ con la Navidad 2022, decidí suspender la parte 7, para desarrollar un tema acorde al bello momento que vivimos, en el que la salud y la paz deben prevalecer. El próximo domingo continuaremos con el tema iniciado.   

 

Con la fundación de Monterrey en 1596 llegó la Navidad. Las familias de los primeros colonos hispanos la celebraban de forma diversa, dependiendo de su origen, lo que provocaba al menos una imagen de desorganización.

 

La Navidad se celebraba de muy diversas formas

Porque los castellanos y leoneses ponían el Belén o Nacimiento -una tradición iniciada por San Francisco de Asís en el Siglo XIII-; jugaban a la lotería de Navidad -rifa de objetos valiosos como peines, sombreros y adornos-; y daban el “aguinaldo” a los niños es decir, una moneda o un dulce o pan.

 

Los valencianos visitaban los belenes de los demás, comían puchero y buñuelos, u otros panes de dulce. Los aragoneses ponían el Belén, cantaban villancicos y comían mazapanes de nueces molidas con azúcar o piloncillo y anís. De los españoles asentados en el Caribe llegó la tradición de colocar Ángeles en las iglesias, a veces toscos de paja y trapo, y otras veces tallados en madera.

 

Aunque en los primeros años de Monterrey aún eran escasos los indígenas mesoamericanos, los pocos que había celebraban la Navidad -asesorados por los franciscanos- con belenes, adornos florales, danzas y canto de villancicos. Y ante la escasez de maíz comían alimentos de la región o al estilo castellano. Fue hasta después de 1624 con la migración masiva de nahuas y tlaxcaltecas que comenzó a abundar el maíz, aparecieron los tamales, y los atoles que se consumían en la Navidad.

 

Los indígenas también participaban en la celebración de Navidad

Por su parte, los indígenas locales celebraban la Noche Buena y la Navidad, según la costumbre de los frailes franciscanos que también los atendían religiosamente con una posada, es decir, con la representación teatral del nacimiento de Jesús. En este caso, los indígenas locales sólo escuchaban, pues los actores eran españoles o indígenas mesoamericanos, y los locales no dominaban bien el idioma.

 

La misa de Nochebuena era obligatoria para todos

La obligatoria para indígenas y españoles, era la misa de Noche Buena del 24 de diciembre y el canto de villancicos (cantos religiosos y populares aunque los indígenas sólo escuchaban). Pero ya en la Navidad todos tomaban dulces de piloncillo a veces combinados con leche, con nueces o frutos de nuestra región.

 

Los migrantes de las regiones que ahora son Italia -que en ese momento pertenecían a la corona española- cenaban pescado, comían dulces como el cicciole (pasteles italianos aunque hechos con los ingredientes de la región) y realizaban una procesión del Niño Jesús.

 

Los asturianos iluminaban los belenes con velas y luego de cenar alimentos de la región, encendían una fogata en la entrada del solar para espantar al “Diañu” (un demonio) para que el Niño Jesús pudiera llegar a casa sin molestia.

 

Los vascos luego de cenar cantaban villancicos toda la noche y después de la misa de Navidad cargaban un burro con los regalos para los niños.

 

Llega el Obispo y pone orden en la celebración de la Navidad

Fue hasta 1782 con la llegada del primer Obispo -José Verger y Sau, pues Juan Antonio Sánchez, nombrado en 1777 murió en el camino- cuando se uniformó la celebración navideña en la ciudad. 

 

En Nochebuena había una cena familiar y luego se celebraba la Misa, una Posada, se rezaba el Rosario y las Letanías, se entonaban los Villancicos y, ya en la Navidad, se repartían dulces y algunos objetos de utilidad, para después asistir otra vez a Misa. Los ritos formales eran en latín por lo que la mayoría solo “oía”, sin entenderlos.

 

La Navidad era un evento en el que participaba toda la población

La Misa de Noche Buena llamada “de Gallo” se celebraba tarde con el fin de que terminara cerca de la media noche y la misa de Navidad era al medio día. Las celebraciones se hacían en todas las iglesias del Nuevo Reino de León, con procesiones, fiestas y fuegos artificiales en las plazas cercanas. Como podrá advertirse, la Navidad era un gran evento en el que participaba toda la población.

 

En el siglo XIX se celebraba la Navidad con una feria popular

A partir del Siglo XIX se agregó una feria en la Plaza de Armas para asistir después de la misa de Navidad, donde la gente podía comer -a veces pagados por el Rey por el Cabildo o el gobernador, otras veces por la Iglesia y otras veces se cobraba-, ver maromas (acrobacias), marmotas y otros animales amaestrados, y juegos de azar. 

 

El Nacimiento o Belén se exhibía todo el tiempo de Adviento (cuatro domingos antes de Navidad), en principio sólo en templos y conventos, luego en las casas más adineradas y finalmente en todos los hogares, esparciéndose esa costumbre por toda la ciudad.

 

Llega a Monterrey el Árbol de Navidad

Durante los primeros años del México independiente las costumbres navideñas se mantuvieron idénticas al tiempo colonial; fue hasta la invasión francesa (1862-1867) que llegó una nueva costumbre navideña: el Árbol de Navidad.   

 

El Árbol de Navidad fue traído a México por el emperador Maximiliano de Habsburgo. En la Navidad de 1865 instaló en su residencia -el Palacio de Chapultepec- el primer pino de Navidad en México, y la novedad fue copiada por algunas familias acomodadas del territorio nacional, como fue el caso de Monterrey.

 

Se coloca el Pesebre bajo el Árbol de Navidad

De nuevo se sincretizó la Navidad, y bajo el Árbol de Navidad se colocó el pesebre, nacimiento o belén de origen italiano. Las misas seguían siendo y siguen siendo dos, la de gallo y la de Navidad que en nuestra ciudad invariablemente se celebraban. 

 

El Niño Dios le regalaba juguetes a los niños

Cuando llegó la paz con Juárez, Lerdo y Díaz, y sobre todo un mayor intercambio cultural y comercial con Estados Unidos, las familias empezaron a incluir en la cena de Navidad el Pavo, y a sustituir los regalos útiles para los niños como ropa y calzado por juguetes, que, hasta el momento, en nuestra ciudad aún “traía el Niño Dios”. 

 

En el porfiriato (1876-1910) empezaron a aparecer los árboles de Navidad en oficinas públicas, sin embargo, no se instauró como tradición, pues los gobiernos siguientes eran revolucionarios y anti religiosos. 

 

Empiezan los municipios a ‘vestir’ las calles con motivos navideños

 En los años 40 del siglo XX inció la tradición de que los municipios adornaran las ciudades con motivos navideños: luces, candiles, arreglos con forma de corona, esferas y caramelos. Por un tiempo los gastos se compartían con la iniciativa privada.

 

La irrupción de Santa Claus

También apareció Santa Claus sobre todo en lugares fronterizos y en nuestra ciudad, donde la influencia norteamericana es más profunda. Ya para los años cincuenta del siglo pasado, este personaje mítico de Santa Claus apoyado por la empresa refresquera Coca Cola, dominó la publicidad navideña. 

 

El comercio ambulante durante la temporada navideña

Desde los años sesenta, al margen del comercio formal se instalaba un buen número de comerciantes informales en las fechas navideñas, en las céntricas calles de Juárez, Padre Mier y Aramberri, entre otras. Al principio era de dulces, lonches y refrescos, pero luego se agregó la llamada “fayuca”, es decir, juguetes, chucherías y productos de baja y mediana calidad de contrabando. 

 

La Cámara de Comercio protestaba pero el número de comercios semi fijos crecía año con año. Y paulatinamente el consumismo llevó a que no solo los niños recibieran regalos, sino también los adultos, instalándose la costumbre de intercambios de regalos en las empresas, en las familias, y entre amigos. 

 

El consumismo parecía ganar. Celebrar la Navidad con regalos caros y cenas ya preparadas ocultan su verdadero significado de festividad religiosa, y otros aspectos positivos como el fomento de la unión familiar, y el restablecimiento de la esperanza. 

 

Porque la Navidad es una de las pocas celebraciones religiosas admitidas por otras religiones diferentes a la cristiandad, e incluso por ateos. Es tan alegre y atrayente que casi todas las ciudades del mundo se visten con ropaje de Navidad de los tradicionales arreglos y regalos, sin que Jesucristo tenga un significado en sus vidas. 

 

El triunfo del consumismo

Finalmente el consumismo triunfó, pues en Monterrey la Navidad ya no es una fiesta religiosa como fue al principio. Ahora se habla sin ambages del “Maratón o puente Lupe-Reyes" -una especie de fiesta intermitente- que inicia el día de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, pasando por Noche Buena, y Navidad del 25 de diciembre, el Año Nuevo del 1º de enero, hasta la fiesta de la Epifanía del Señor, el día 6 de Enero, llamado también el Día de Reyes. 

 

Los migrantes nos recuerdan a San José y Santa María

Ahora en 2022, tras dos años de pandemia regresaron a nuestra ciudad las posadas, las reuniones familiares, fraternales y laborales. Y aunque la economía no se recupera del todo, la vialidad está colapsada por la gran cantidad de vehículos circulando y las calles llenas de migrantes que, como José y María, vienen huyendo de sus países buscando seguridad y un mejor nivel de vida.  

 

Esta Navidad la celebramos con temperaturas demasiado bajas, por lo que debemos apoyar a quienes nos necesitan, sean migrantes o pobres locales, porque la combinación de frío con hambre puede empezar a cobrar víctimas mortales. Los regiomontanos somos generosos, ayudémosles.  

 

 

 

Fuentes:

 

http://ciencia.unam.mx/leer/520/Asi_llego_Santa_Claus_a_la_cultura_mexicana

Así llegó Santa Claus a la cultura mexicana

Rechazado en un principio, con el paso del tiempo el personaje de barba blanca llegó a ser una figura emblemática de nuestras fiestas decembrinas.

ciencia.unam.mx

 

La familia y las familias en el México colonial, Pilar Gonzalbo Aizpuru, Colegio de MÉXICO. Estudios Sociológicos.

 

 

La fiesta del gusto: La construcción de México a través de sus comidas, Alicia Verónica Sánchez Martínez