26/Apr/2024
Editoriales

Los alcaldes de Monterrey. Parte primera

El origen de la figura del alcalde se remonta al año 41 antes de Cristo. El Imperio Romano conquistaba pueblo tras pueblo en la cuenca del mediterráneo, y a cada uno lo reorganizaba, imponiéndole autoridades encabezadas por un Gobernador, un Tribuno, un Prefecto u otra figura gubernativa.

 

Hasta que fue a conquistar un pequeño poblado en la península Ibérica llamado Irni que, en vez de pelear, se rindió. Pero Roma no sabía gobernar un pueblo no conquistado, así que luego de medio siglo de deliberaciones, el senado Romano creó la llamada Ley Irniana.

 

Antecedentes del Cabildo

Esta Ley establecía un cuerpo colegiado mixto; dos Duunviros -antecesores de los alcaldes- uno juzgaba con la ley Romana a los romanos y el otro a los irnianos, con la ley Irniana. Un cuerpo colegiado integrado con la mitad de romanos y mitad de irnianos (antecedente de los Regidores) que tomaban las decisiones de gobierno, y finalmente dos Cuestores, uno que cobraba impuestos romanos y el otro, los impuestos de los irnianos (antecedente de los Síndicos).

 

Caído el imperio Romano (Siglo V), durante los siguientes cuatro siglos, los visigodos dominaron la península Ibérica y conservaron a los Duunviros como jueces. Después gobernaron los musulmanes y cambiaron el nombre de Duunviro por Al Cadi (el juez) de donde viene el término Alcalde. Figura que, con el tiempo, además de juez se le agregaron funciones administrativas y de dirección del Ayuntamiento. 

 

La mítica figura del rey

“El Rey es amado porque está lejano y es invisible”. Entre mítico y divino, el rey era amado en todo el reino y luego en todo el gran Imperio Español. Jamás era visto, no cobraba impuestos, no ejecutaba, ni incautaba bienes. Solo había que darle el quinto real (los indios un doceavo) y algún hijo para el ejército, y a cambio se recibía protección de la fe (contra los herejes), de las posesiones (contra piratas, bandoleros y extranjeros) y en caso de hambre, alimentos de sus pósitos. 

 

El virrey actuaba en nombre del monarca, pero era desechable

El virrey era una extensión del rey, quien lo sustituiría si era injusto; los gobernadores eran brazos del rey y, en caso de incumplir en la defensa del pueblo o abusara de él, el rey mandaría a otro más Justo.

 

La solidez de la figura del alcalde

Pero los alcaldes eran, y son, el verdadero rostro del poder ante el pueblo. Cobraban los impuestos, concedían o negaban el uso de agua, podían disponer de la tierra de los propietarios para ensanchar un camino, o tomar sus caballos para la guerra. Juzgaban y castigaban; además podían administrar las acequias y los caminos. Un alcalde era la autoridad visible y, desde luego, el odiado.

 

Hoy mismo, los alcaldes son la autoridad más cercana al pueblo, pues los actos del presidente, de los legisladores y de los gobernadores son importantes, pero su impacto en nuestras vidas cotidianas es menor.

 

El alcalde determina en buena medida la calidad de vida de la sociedad

El alcalde es quien define nuestra calidad de vida. Si falla en la recolección de basura, nuestra higiene y comodidad peligran; si no pavimenta las calles y mantiene las banquetas, dificulta nuestro tránsito; si concede el permiso de un puesto de tacos frente a nuestra casa, nos perjudica; si niega el permiso para poner un puesto de tacos, afecta la economía; si no pasa la patrulla, si el vecino tiene alta la música, si el parque no está arreglado, si la calle no está iluminada… todo eso y más recae en el alcalde.

 

Ciertamente es un honor ser alcalde, pero su responsabilidad es muy grande, pues carga sobre sus hombros el funcionamiento y armonía de su municipio. Es el timonel de la comunidad, y de él se esperan actos que impulsen el progreso; se trata de una prueba palpable de su capacidad política y administrativa.

 

Los primeros dos alcaldes de la Ciudad: Barreda e Iñiguez

En esta colección de artículos veremos el actuar de los más notables alcaldes que ha tenido nuestra querida Ciudad de Monterrey. Empezaremos desde el inicio de la Ciudad y avanzaremos cronológicamente para describir lo más ecuánime posible los logros y yerros de quienes, con su esfuerzo, han convertido a Monterrey en la gran urbe que ahora es. Empecemos. 

 

La historia comienza cuando Diego de Montemayor en el acto de fundación de nuestra Ciudad dice:

 

“…al presente para la administración de justicia, concejo y cabildo que ha de haber en esta población, nombro a vos Alonso de Barreda y a Pedro Iñigo por alcaldes ordinarios…”

 

Así reza el Acta de Fundación de la Ciudad Metropolitana de Monterrey del 20 de Septiembre de 1596. Junto con la fundación de la Ciudad se nombraron los primeros alcaldes, que eran dos, y había una prelación en ellos: uno de “primer voto” y otro de “Segundo voto”.

 

Estos alcaldes debían presidir el Cabildo, con preferencia el alcalde de “primer voto” y en ausencia de este presidía el “de segundo voto”. Si ambos estaban presentes en las reuniones de Cabildo, el primero presidía y el segundo actuaba como un regidor más con voz y voto. En ausencia definitiva del de “primer voto”, el “segundo” completaría el periodo, que era de un año.

 

Las facultades judiciales de los alcaldes

Además tenían facultades judiciales, como lo señalaban las Leyes de Indias:

 

“Para el buen regimiéto (régimen), gobierno y administración de justicia de las ciudades y pueblos de los  españoles de las Indias… Es nuestra voluntad, que sean elegidos cada año en la forma, que hasta ahora se ha hecho, y fuere costumbre; dos Alcaldes ordinarios, los cuales mandamos, que conozcan en primera instancia de todos los negocios, cautas, y cosas… en cuanto a lo civil y criminal…”

 

Así, los alcaldes tenían una doble función administrativa y criminal. Los primeros alcaldes que tuvo Monterrey fueron: de “primer voto” Alonso de la Barreda y Pedro de Iñiguez de “segundo voto”.

 

El periodo de gobierno municipal era de un año

Los designó Diego de Montemayor en uso de sus prerrogativas de fundador para el periodo de 20 de septiembre de 1596 al 31 de diciembre de 1596. En el último día (o algunos antes) debía hacerse la elección del Cabildo que funcionaría para el año siguiente; por lo general no podían ser reelectos (hasta pasados dos años); sin embargo, existía la excepción de que en caso de no haber suficientes castellanos para ocupar los cargos podían ser reelectos y así fue: de Barrera e Iñigo repitieron para el periodo anual completo de 1º de enero de 1597 a 31 de diciembre de 1597.

 

Las funciones desarrolladas por estos dos primeros alcaldes

Hay pocos datos sobre lo que estos alcaldes hicieron; pero seguramente cumplieron con las Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias dadas por Felipe II, el 13 de julio de 1573, en el bosque de Segovia:

 

Buscar el lugar ideal para establecer la Plaza Principal que se instaló donde hoy está el Palacio de Gobierno.

 

“La plaça maior de donde se a de començar la poblaçión, siendo en costa de mar, se deve hazer al desembarcadero del puerto; y siendo en lugar mediterráneo, en medio de la poblaçión la plaça; sea en quadro prolongada, que por lo menos tenga de largo una vez y media de su ancho, porque desta manera es mejor para las fiestas de a cavallo y cualesquiera otras que se hayan de hazer.”

 

El trazo de las primeras calles

Trazaron las primeras calles -caminos de terracería-, que seguramente fueron las actuales 5 de Mayo, Zaragoza y Zuazua. No había calle al sur, pues la plaza colindaba con el Río Santa Lucía en, aproximadamente, la ahora calle de Juan Ignacio Ramón.

 

“114 De la plaza salgan cuatro calles principales, una por medio de cada costado de la plaza. Las cuatro esquinas de la plaza miren a los cuatro vientos principales, porque de esta manera saliendo las calles de la plaza no estarán expuestas a los cuatro vientos principales que sería de mucho inconveniente.”

 

Ubicación de la Iglesia Mayor

Establecieron el lugar para la Iglesia Mayor que se ubicaba donde hoy está el Laboratorio Cultural Ciudadano -antes el Palacio Federal-, la Iglesia contaría con un atrio que a la vez servía de cementerio; el Templo en sí, casa para el párroco y escuela:

 

“119 Para el templo de la yglesia maior, parroquia o monasterio se señalen solares, los primeros después de las plaças y calles, y sean en ysla entera, de manera que ningún otro edificio se les arrime sino el perteneçiente a su comodidad y ornato.”

 

Ubicación de las Casas Reales

Además eligieron y establecieron un predio para las Casas Reales que se ubicaban donde hoy está el Templo del Sagrado Corazón, donde posiblemente establecieron la atarazana (armería); se desconoce si construyeron aduana, y hospital no se construyó:

 

“121 Señalase luego sitio y solar para la casa real, casa de concejo y cabildo, y aduana y ataraçana, junto al mismo templo y puerto, de manera que en tiempo de necesidad se puedan favorecer las unas a las otras. El hospital para pobres y enfermos de enfermedad que no sea contagiosa se ponga junto al templo y por claustro del; para los enfermos de enfermedad contagiosa se ponga ospital en parte que ningún viento dañoso pasando por él vaya a herir en la demás poblaçión; y si se edificare en lugar levantado será mejor.”

 

La planeación urbana y el uso del suelo

Al momento de repartir los solares a los vecinos, se otorgaron los más orientales -donde el Río Santa Lucía salía de la ciudad- a los vecinos que se dedicaban a negocios potencialmente insalubres.

 

“122 El sitio y solares para carnicerías, pescaderías, tenerías y otras ofiçinas que se causan ynmundiçias se den en parte que con façilidad se puedan conservar sin ellas.”

 

Todo el trabajo fue realizado por los vecinos, los indios civilizados con materiales exclusivos de la ciudad:  piedra de río, zacates, varas, palmas; la ciudad era solo un conjunto de jacales alineados sobre brechas de terracería.

 

La ermita de la Virgen del Roble

La ciudad tenía un anexo al oeste por la actual calle 5 de Mayo que era la Vega del escurrimiento del Ojo de Agua del Roble. Ahí estaba una comunidad de indígenas civilizados llamada Piedra Blanca, que consistía en una ermita dedicada a la Virgen del Roble, unos jacales para los frailes, escuela para los hijos de los nativos; sus labores y corrales comunitarios además de las viviendas algunas tipis y otros jacales castellanos.

 

El reparto de los lotes urbanos

Cada vecino castellano recibió un solar donde podía tener jacal, huerta, corral y taller en caso de que ejerciera algún oficio.

 

Podemos calificar a los dos primeros alcaldes Alonso de la Barrera y Pedro de Iñiguez como los primeros urbanistas de nuestra tierra, desgraciadamente nada quedó de su obra luego de la inundación de 1612 que destruyó toda la ciudad.

 

Tenemos poca información de los dos primeros alcaldes.

 

De Alonso de la Barreda sólo que fue el primer Alcalde Ordinario de Primer Voto de Monterrey, designado por Montemayor en el acta de fundación; y que pobló una hacienda de labor al poniente de Santa Catarina en la que instaló una casa de empalizada con techo de palmito y un corral para los animales que era una estancia de refresco y descanso en el camino entre Saltillo y Monterrey.

 

Y parece ser que venía de una familia de exploradores de Burgos, España.

 

Pedro de Íñigo. Portugués, carpintero que vino en la ruta de Carvajal y entró con él al Nuevo  Reino de León. A la caída de Carvajal regresó con Montemayor, y volvió como co-fundador de Monterrey, y alcalde ordinario de segundo voto en su primer ayuntamiento; explotó tierras en lo que hoy es la Cuesta de los Muertos, poco después murió en un combate con los indios bárbaros.

 

Se sabe que estos dos alcaldes autorizaron la explotación de minas:

 

(1598) “Diego de Montemayor, el Mozo, registra tres minas en la sierra de Santiago.”

 

(1598) “El capitán Juan Pérez de los Ríos registra dos minas en las de la Madre de Dios de la Asunción. Ante el capitán Diego Rodríguez , alcalde mayor.”

 

Estos son algunos datos escasos de los primeros dos alcaldes de nuestra ciudad, cuyo desempeño, por modesta que fuera, colocó las primeras piedras de nuestra historia. 

Continuará…

 

Fuentes 

Leopoldo Espinosa Benavides, Facultades del Republicano Ayuntamiento de Monterrey, UANL, Fundación Ildefonso Vázquez Santos, 2018.

Leyes de Indias, Libro quinto, ley primera

Ordenanzas de descubrimiento, nueva población y pacificación de las Indias dadas por Felipe II, el 13 de julio de 1573, en el bosque de Segovia

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREY 

COLECCIÓN Civil

Volumen 1, expediente 2

volumen 1, expediente 8

COLECCIÓN ACTAS

20 de Septiembre de 1596.